FOTO: Enrique Falcó (22/03/2011) 02:00 H.
Lo que son las cosas. Aquí que estaba yo, tan tranquilo y contento, en lo que parecía que iba a ser una tranquila noche. Eran algo menos de las dos de la mañana. Mi novia estaba acostada, y yo me disponía a escribir un post para mi blog. Tras agenciarme un copazo de LOCH LOMOND y acomodarme en mi ordenata, muerto de calor, me vi incluso obligado a abrir la ventana del cuarto. Y allí se encontraba mi menda. Escribiendo sobre la primavera, el sol, mis primeras vacaciones del año, de Astenia Primaveral, y sobre todo de la manía que hay en esta puñetera ciudad de cerrar los bares los domingos. Esa es otra, es algo que no he comprendido en mi vida. Personalmente, si ostentase un bar, sobre todo un bar de los llamados “familiar”, de esos de atender y surtir a toda la familia que sale a pasear, nunca se me ocurriría cerrar un domingo. Cualquier día menos los domingos. Comprendo que para un bar, que subsiste de la clientela del edificio de oficinas de enfrente, de sus desayunos y cañas, feche un domingo por aquello de que su clientela no trabaja tan festivo día y los trabajadores el bar precisan de tan merecido descanso, pero hay otro tipo de negocios que nunca entenderé que lo hagan en fechas donde podrían albegar clientes potenciales. Observen si no el panorama del paseo de San Francisco este pasado domingo (que salió estupendo) a las 18:00 horas, cuando me disponía a acercarme al “Kiosco” con mis sobrinas, mi novia, mi hermana y mi cuñado (de él es la fotografía).
FOTO: Antonio Pantoja
El caso es que ayer de madrugada tan a gustito estaba que de repente tras notar una especie de temblor me asusté y me quité inmediatamente los cascos. ¿Una réplica del terremoto? – Pensé – Bah, estoy demasiado obsesionado con los Liquidadores de Fukushima – ya saben, por mi artículo del domingo:
http://www.hoy.es/v/20110320/opinion/liquidadores-sinverguenzas-20110320.html
Pero no, resulta que de buenas a primeras empezaron a oírse truenos, amén de unos seguidos golpes tremendos por las ventanas que me obligó a asomarme al balcón. Estaba cayendo una granizada de aúpa. Lo que son las cosas, tras los últimos días tan primaverales, el caprichoso tiempo nos sorprende con tamaño bombardeo. Enseguida las redes sociales soltaban chispas. Marisa García, del diario HOY, y quien suscribe, ya habíamos publicado en Twitter que estaba granizando en la ciudad, Rubén Bonilla, de hoy.es nos preguntaba alarmado que qué narices ocurría, que él estaba en el periódico y no se había enterado de nada. Al momento, Luis Cocho, el subdirector de mi empresa, me comentaba por Facebook que la cosa había tenido que ser fuerte, pues se oían golpes de mil demonios. Mi novia se levantó de la cama pensando que había pasado algo. Nos asomamos al balcón e incluso me hizo daño un granizo que me cayó sobre un dedo de la mano. Al momento mi preceptor Joaquín Rodríguez Lara, me comentaba por Facebook que la cosa parecía seria, que pocas veces había visto granizos tan gordos, que parecían cerezas. Sin embargo, mi amigo Óscar Vadillo, desde Valencia, y con la resaca de las Fallas, ajeno al granizo, me comentaba con aspecto muy crítico el hecho de que el Madrid hubiera renovado a Pepe. ¡Lo que es el tiempo, y las Redes Sociales!
Poco después se apagó el ruido y la granizada dio pie a una lluvia débil, que fue sustituida por un fuerte viento, y dos avisos de corte de luz que gracias a Dios no se produjeron.
Es muy posible que usted, desocupado lector, cuando lea estas líneas, el sol brille con más fuerza que nunca, o que incluso el día se presente nublado o con chubascos, o que haya vuelto el granizo a intentar abollar la carrocería de los automóviles que perdonó en la noche de ayer, pero lo más seguro es que usted no se haya enterado de nada de lo que ocurrió hoy martes, 22 de marzo, de madrugada, a las dos de la mañana. Y lo que es más seguro, que ni siquiera recuerde que fue precisamente hace un año, cuando Badajoz sufrió una fuerte granizada que siguieron incluso los telediarios nacionales.
Uno, que siempre suelta la perla aquella de que el tiempo no existe, y nos lo hemos inventado los humanos para organizarnos, no ha pegado ojo en toda la noche, pensando en si no ha sido más que una casualidad, o por el contrario, otra muestra del destino, que viene a confirmarnos que no somos más que prisioneros del tiempo.