
Aunque siempre se me dio mucho mejor el baloncesto, de pequeño jugué un año al fútbol. Fútbol, fútbol, de verdad, en campos de medidas reglamentarias, y no los inventos que hay ahora, que si fútbol 7 ni demás chorradas. Mi equipo era el “Héroes de Cascorro” de Santa Marina, y vestíamos igual que la equipación del Betis. Éramos alevines, contábamos con 12 años, y seguramente habríamos dado la mitad de nuestra paga de entonces por jugar en un campo como en el que lo hizo ayer la selección española.
Aún recuerdo el estado de algunos “terrenos” de juego de mi época de futbolista. Lo mejor que nos podía pasar es que nos tocara jugar en el campo de “

De acuerdo que es lamentable y una vergüenza que selecciones de fútbol, de futbolistas profesionales, tengan que jugar en un patatal, pero tampoco es de recibo la que se ha montado. Si el árbitro dice que se juega, pues se juega y punto. Si a una persona le gusta jugar al fútbol lo hace hasta en el agua y no hay excusa, hay que salir a ganar. En los prolegómenos del partido sólo se hablaba de la posibilidad de que alguien saliera lesionado y nos habíamos olvidado que había que jugar y ganar un partido. Como era de recibo, se ha ganado. Quien es bueno juega bien incluso con una mandarina en vez de un balón. Claro que es un rollo tener que volver a tiempos pasados, tiempos peores, y tener que refregarte en el fango, pero un verdadero jugador de fútbol juega donde sea, un gran campeón gana siempre, aunque deba vestir una equitación descosida y una botas de tacos de goma. Hay que jugar siempre. Hay que ganar siempre. El campo da igual.