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Enrique Falcó

ENRIQUE FALCÓ

Más “salá” que las pesetas

Enrique Falcó. Eurófobo Sobrevenido

La que está cayendo señores, y no me refiero precisamente al temporal que los últimos días asola por estas tierras, ni a la insoportable tasa de paro que hunde un poco más nuestro país, que esa es otra, ni siquiera a la Campaña Política que se nos presenta más aburrida e insoportable que nunca. La situación que se está viviendo en Grecia es alarmante, “Yo aún diría más mi querido Hernández, es incluso alarmante”, y pone en serio aprieto todo el tinglado europeo que tanto esfuerzo ha costado construir. Incluso el Euro, la moneda que llegó a nuestras vidas, para encarecérnosla principalmente, se encuentra en una delicada situación. Todo por culpa de la situación financiera en Grecia. ¿Quién se lo iba a decir a la Comisión Europea cuando se inspiraron en la letra épsilon del alfabeto griego para desarrollar el símbolo del euro? Que quieren que les diga oiga ¡Cómo nos engañaron con el euro! Han leído bien sí, nos engañaron, o mejor dicho, como entre todos nos dedicamos a engañarnos en su día. Quien suscribe, que no es precisamente una lumbrera pero tampoco es tonto, siempre miró con buenos ojos la entrada del euro. Las ventajas para el país y el futuro de la Unión Europea se suponían incuestionables, y era algo consciente de que quizás, de una manera u otra se encarecería algo el nivel de vida, en especial por aquello de la estupidez del redondeo. Pero nunca imaginé que acción tan redonda tornara a convertirse en una tomadura de pelo del tamaño de un triángulo rectángulo. Tanto lata que dieron con “Los García”, las animaciones de aquella simpática familia que se pirraba por los euros, y que nos mostraba lo positivo de la nueva moneda y de que no había que temer al cambio que suponía el paso de la peseta al euro. Los capítulos fueron emitidos  hasta la saciedad, pero por lo visto no sirvió para nada o casi nada. “¡Qué algunos se creen que 50 euros son 5.000 pesetas!” – Gritaba el tendero de la verdulería donde compraban “Los García”, presumiendo de que sus precios eran los mismo en pesetas que en euros. Y realmente así fue durante un tiempo, en el que los euros aún no se encontraban aun en circulación pero los productos mostraban los precios en ambas monedas. Aún conservo el ejemplar de “Los Simpson ¡Por Siempre!”, ya saben lo mucho que adoro las creaciones amarillas del gran Matt Groening, pues bien, su precio marca 1.500 Ptas. / 9,01 €. Es decir, exactamente el equivalente al cambio. ¿Cómo es posible que apenas tres meses después al entrar en circulación los malditos euros el mismo libro estuviera marcado a 15 euros? 15 euros son 2500 pesetas, o sea mil pelas más de lo que costaba cuando los euros aún no habían aparecido físicamente en nuestras (hasta entonces) tranquilas y moderadas vidas. A mí menda pasó de costarle un chato de vino en mi bar habitual (hasta la fecha porque ya no volví) de 125 ptas. a 1,20 €. ¡Una subida de más del 50%! La desfachatez más manifiesta se encontraba por ejemplo en aquellas máquinas de café donde los empresarios ya ni se molestaban en disimular y habían sustituido de mala manera el símbolo ptas. por una c. Por lo que un café pasaba a costar de 50 pesetas a 83. Como diría mi abuela ¡Que poca vergüenza!

Recuerdo no sin cierta nostalgia, cómo a los 18 años, quien suscribe no tenía narices (a pesar de intentarlo) de gastarse 5.000 pesetas en una noche de farra, invitación a mi novia al restaurante italiano incluidas. Allí tampoco eran mancos, la deliciosa “Cuatro Quesos” pasó directamente de 700 pelas a 7 euros. Así, sin anestesia y sin nada. Pocos meses después 50 euros, o sea más de 8.000 pesetas, se desvanecían en pocas horas como polvo en la lluvia. Todo esto no hubiera ocurrido jamás si se hubiera mantenido la peseta. Si en un bar me cobraran 1.200 pesetas por un LOCH LOMOND o 300 pesetas por una copa de vino quien suscribe montaría un cirio tan grande que hasta tendrían que acudir los bomberos. El pasado viernes, al asistir al estreno de la película de Tintín, le habría tirado a la cara las entradas a la taquillera, quien pretendía cobrarme 3.000 pesetas por dos entradas. Yo no sé si somos tontos o nos hemos vuelto tontos por culpa del euro. Permítanme que comparta con ustedes una anécdota que lejos de pretender ridiculizar a nadie se me antoja graciosa. Primeros días de Enero de 2002, pocas jornadas después del comienzo de la circulación del euro. Cuando me disponía a comprar el pan en la tienda del al lado de casa de mi abuela me encontré con un barullo montado entre la dependienta y un señor mayor que mantenían una acalorada como absurda discusión. La dependienta se negaba a que el señor cliente le pagara con un euro portugués, pues consideraba que eso allí, en España no tenía ningún valor. No pude callarme. – ¡Señora, me parece a mi que usted no se ha enterado muy bien en que consiste esto del euro! Esto pasa por devorar tanto corazón en lugar de leer los periódicos y ver “Los García”. Yo creo que en el fondo ninguno nos hemos enterado de en qué consiste esto del euro, porque seguimos dejándonos engañar como imbéciles pagando cifras astronómicas que jamás hubiéramos consentido con las pesetas. Por lo tanto si algún día llega la desaparición del euro, algo que por lo visto no es tan imposible como se pensaba, que vuelva la peseta y todos tan contentos. ¡Mi querida pela, rubia, libra, cala, chucha, leandra, chufa o como quieran llamarte! ¡Si algún día vuelves a estar entre nosotros te recibiremos con los brazos abiertos, en especial tu pesetero amigo, porque si hay algo cierto y que me lleven los demonios si miento, es que eres más “salá” que las pesetas!

Publicado en Diario HOY el 06/11/2011

Don de LOCH LOMOND

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