Enrique Falcó. Potómano
Tan indudable como que el mundo es mundo y que éste gira alrededor del sol, resulta el hecho de afirmar que hace apenas cuatro días hemos dicho adiós al febrero más seco de la historia, en todos los aspectos. Enjuto y seco, y en números rojos quedaron mis bolsillos y cuenta corriente, que como podrán adivinar, es bastante corriente, como el agua corriente que bebo del grifo de mi ciudad, Badajoz, la mejor agua del mundo. Afortunadamente el menda, que es de la opinión de que hay que tener amigos hasta en el Infierno, se va salvando gracias a éstos como mejor sabe o puede, o le dejan, que ya no sabe uno que inventar. Pero centrémonos en otro tipo de sequedad, la que tanto preocupa últimamente. Desde que tengo uso de razón siempre he sentido que la lluvia no deja indiferente a nadie, especialmente a la gente de campo, que tanto gusta de quejarse si llueve porque llueve y si no llueve porque no llueve.
“La gente nunca está contenta” reflexionaba el gran Lucky Luke en la caravana de pioneros que él mismo capitaneaba a través del viejo Oeste con destino a la soñada California. La travesía del desierto, con las reservas agotadas del líquido elemento, se antojaba insufrible e interminable. Cuando todo parecía perdido, por fin la lluvia hizo su aparición, y los pioneros recibieron aquellas gotas como el maná caído del cielo que era. Tras la euforia de los primeros instantes, y saciada la sed, la lluvia comenzaba a molestar, hasta que por fin uno de los capataces informó a Lucky Luke de esta guisa: “Por culpa de esta maldita lluvia hay varios vagones atascados”. “La Caravana” es sin lugar a dudas uno de los mejores álbumes del vaquero más rápido que su propia sombra.
Soy consciente de que el agua es un bien imprescindible, y lamentablemente más escaso de lo que nos gustaría. Debemos hacer un buen uso de ella, intentado ahorrar y evitando su desperdicio, sin que ello signifique que renunciemos a ésta acompañada de un buen jabón o que olvidemos tirar de la cisternilla del cuarto de baño cuando en la sagrada intimidad de su recinto hagamos lo que según nuestras necesidades convenga en cada momento. Mi “seño” de Segundo de EGB, Doña Loli Márquez, me enseñó desde muy pequeñito que el agua es inodora, incolora e insípida, aunque a mí, su sabor me sigue pareciendo maravilloso. No comprendo como puede haber gente que repudie su especial sabor y esa fantástica sensación que acompaña. Beber agua cuando se tiene sed es un placer inmejorable a un precio realmente económico. Nunca entenderé a los que insistiendo en su sed beben cerveza, vino o cualquier otro líquido. Cuando mi menda bebe Loch Lomond no pretende calmar su sed, al menos esa sed. Para la sed de justicia no puedo recetarles nada, pero para la sed a secas simplemente beber abundante agua. No les exagero afirmando que puedo beberme al día 4 ó 5 litros, aunque ello signifique que deba visitar más veces de las deseadas el cuarto de baño para aligerar la vejiga. Si a ello añadimos que hace ya mucho tiempo monté una cruzada contra la retención de líquidos y que a la menor gana acudo raudo y veloz a la evacuación, se deja entrever que me paso gran parte de la jornada subiendo y bajando la cremallera, pero a cambio jamás he sufrido de estreñimiento ni padecido de problemas de riñón alguno.
Aunque me preocupe esta sequía, como a todos, realmente dicho desasosiego no alcanza graves cotas, ya que vengo comprobando desde hace muchos años que no deja de ser un ciclo que se repite intermitentemente. Tras uno o dos años muy secos la lluvia se presenta de repente y vuelve a poner las cosas en su sitio. Arriba a mi sesera el recuerdo de aquel año tan seco, 1994. El 95 se presentaba igual, y tras el pertinente verano HOY publicó una foto en portada que causaba grima y mucha tristeza. La de un río Guadiana totalmente seco a su paso por Badajoz, en el que casi se podía atravesar a pie. De repente, un buen día de octubre comenzó a llover y ya no paró hasta muchos meses después, en el que se empezaron a abrir las compuertas de los pantanos porque el caudal del río comenzaba a presentar un aspecto que daba miedo cruzar el puente. Quien suscribe confía en que las lluvias llegarán algún día y se quedarán una buena temporada, y todos los que ahora las echamos de menos comenzaremos a ciscarnos en sus miserias como los pioneros de la caravana de Lucky Luke.
Me gustaría que esto estuviera escrito como metáfora, ya saben, que la sequía insinuara la terrible situación económica y que las lluvias que regarán nuestros campos se refirieran a tiempos mejores, pero lamentablemente esta otra sequía no se soluciona mirando al cielo, o tal vez sí, por aquello de rogar al altísimo, o a Buda, o a Superman. A ver si alguno de los tres hace algo porque a mí ya se me han acabado las ideas, y con esto de la sequía tengo secas hasta las cuencas de los ojos del Guadiana, que aparece y desaparece como mi sueldo. Siempre me gustó febrero, aunque me dan mucho coraje los febreros de 29 días. Éste último ha sido para olvidar. A ver como se porta marzo. El problema es que son 31 días. A lo mejor esa podría ser la solución, que los meses tuvieran menos días, ya que a todos parece ocurrirnos aquello de faltarnos mes para llegar a fin de sueldo. ¡Qué le vamos a hacer! La sed de verdad es insaciable.
Publicado en Diario HOY el 04/03/2012