La feliz providencia ha querido que este buen tiempo acompañe mientras disfruto de unos merecidos y necesarios días de vacaciones. Aunque siempre hay cosas por hacer, las noches las reservo para una de mis aficiones más conocidas. Ya he confesado en varias ocasiones que casi tanto o más que el cine y la lectura, la revisión de éstos produce un placer indescriptible en mi persona. Ayer noche le tocó el turno a la película El nombre de la rosa que hacía muchos años que no veía. No hay vuelta de hoja, no me canso de ver una y otra vez las películas que me gustan. Me vinieron muchos recuerdos tras el visionado, en especial aquel que se refiere al juego de ordenador que en su día hizo que mi menda tuviera interés en la genial obra literaria de Umberto Eco. El nombre del juego era La abadía del crimen. Un título quizás más apropiado y que me gusta mucho más que el original. Por lo visto, la intención del programador del juego, el genial Paco Menéndez (considerado uno de los mejores programadores de videojuegos de España) era titularlo como la novela, pero al no recibir respuesta positiva del autor se decidió por La abadía del crimen, ya que por lo visto fue uno de los nombres barajados por Eco para titular la novela.
Aunque el juego me apasionaba he de reconocer que el diabólico control me impedía jugar. Yo disfrutaba sentado, ayudando a mi amigo Ricardo Larios a los mandos, siendo los dos quienes dábamos vueltas y vueltas a la trama del juego. Parece mentira que con los escasos medios de los 80 se pudieran perpetrar juegos tan maravillosos como aquel, donde la imaginación, el deseo de aventurarse hacia lo prohibido y el interés que impulsaba conocer la novela original formaban parte de un cóctel imprescindible que aseguraba horas y horas de entretenimiento.
Hoy en día con cualquier emulador disponible en la red, los treintañeros de hoy podemos volver a ser los niños de ayer. Ya ha quedado constancia en este blog que quien suscribe es de los que mira hacia adelante, y bajo ningún concepto querría volver al pasado aunque se presentara el viejo Doc Brown con su viejo DeLorian. No obstante me disculparán si esta noche, feliz y “mocosete”, me decido por fin a guiar a Guillermo de Baskerville (Guillermo de Occam en el juego) por los entresijos de aquella fascinante abadía. Cambiaré el pan y el chocolate por un LOCH LOMOND, y aunque no creo que ostente la habilidad de antaño, seguro que disfrutaré mucho más que entonces. Que se prepare el Abad, que esta noche no paro hasta que arda la abadía. La abadía del crimen.