Enrique Falcó. Acérrimo Raulista
A pesar de su impresionante currículum, el marqués Del Bosque nunca ha sido santo de mi devoción. Siempre he reprobado en su tranquila persona esa falta de chispa y visceralidad que tanto me gusta comprobar entre los grandes campeones, por aquello quizás de humanizarlos, y comprobar que es sangre, y no horchata o gaseosa, lo que corre por sus venas. El debate sobre si es o no buen entrenador es irrelevante ya que sus títulos le avalan. Constantemente, a lo largo de su carrera, también en su época de futbolista, esa apatía que parece transmitir don Vicente me saca de mis casillas. En su día, tampoco me convenció la elección como técnico de Luis Aragonés, ya saben que para gustos los colores, pero siempre aprecié en el de Hortaleza la energía y confianza que parecía transmitir a sus jugadores. “El hombre tranquilo”, por el contrario, parece que ni sienta ni padezca, y esa particularidad me pone nervioso. El gran Camacho, sin lugar a dudas, será siempre el prototipo de entrenador que querré para la Selección española de fútbol.
Me enerva de mala manera las tonterías y anormalidades de las que hacemos gala en este país respecto al siempre apasionante mundo del fútbol. Constantemente se nos olvida que después de todo el balompié no deja de ser un deporte (aunque quien suscribe afirme llevándose a sí mismo la contraria que incuestionablemente sí es algo más que un deporte) pero un juego al fin y al cabo, y como tal se trata de pasarlo bien, divertirse y disfrutar de un buen espectáculo. Los “fiebres” me pierden, no los puedo soportar. Sus creencias fanáticas les ofuscan la sesera y la razón, y deforman su sentido de la realidad. En especial a los que sufren de “madriditis”, pero esa es otra cuestión. Cuando un jugador español demuestra en el terreno de juego que se encuentra en buena forma, independientemente de su procedencia u origen, debería primar ante todo lo que puede aportar a nuestra selección, y más para una cita tan importante como la Eurocopa que se nos echa encima, en la que defenderemos el título brillantemente conseguido hace ya cuatro años. No comprendo aquellas chorradas de los ciclos que se acaban o de intentar jubilar a un jugador por aquello de que ya ha pasado “su momento”. ¿Qué momento? ¡Qué tontería es esa! No estoy nada de acuerdo. Con un jugador, mientras esté en activo, habría que contar siempre. Esas chorradas de “ya ha pasado su momento” solo se dan en nuestro país, en donde periodistas deportivos (del corazón deportivo más bien) contertulios de tres al cuarto y listillos sin media idea de fútbol parecen escribir día a día una especie de tratado futbolístico entre la estupidez más insultante y el romanticismo más absurdo.
Raúl, un jugador que a pesar de ostentar un nombre de pila tan vulgar y corriente no necesita de apellidos para su presentación, es posiblemente uno de los jugadores más grandes de la historia de este país, le pese a quien le pese, en especial a colchoneros y culés, que suelen ser los más afectados por la “madriditis” anteriormente mencionada. Algunas de sus temporadas han sido más flojas o irregulares que otras, algo tan indiscutible como cierto, y aun así nunca faltó a una cita con la selección. Haciendo gala el seleccionador de turno de la estupidez antes mencionada, la de convocar a jugadores que no se lo merecen por la sencilla razón de que parecen obligados a acudir por ser quienes son. Sin embargo, y por una mera cuestión personal entre él y Luis Aragonés, este último dejó de convocarlo tras el mundial 2006, y sin más, el bravo 7 blanco se convirtió en pasado y se le cerraron de por vida las puertas de “la roja”. Tras dos temporadas brillantes, en la que ha demostrado estar realmente en forma, una vez más Del Bosque lo ignora en la convocatoria previa a la lista definitiva de jugadores que asistirán a la fase final, en la que sí figuran novedades como Isco, Beñat, Juanfran, Adrían y Javi García. En este país de listillos y presuntuosos todos nos creemos más aptos para dirigir a la selección que el técnico que se encuentra al cargo, y es de justo raciocinio reconocer que el entrenador es el primer interesado en que su equipo funcione bien, por lo que es de esperar que no arrojará piedras contra su propio tejado. No obstante considero que existe más cabezonería que razones técnicas para evitar la vuelta de Raúl a la selección. Me recuerda aquella lamentable decisión que tomó el ceporro Clemente (enemigo acérrimo de la clase, el gol y la garra en pos del fútbol más rácano y vulgar) de no convocar más a los jugadores de la Quinta del Buitre, como si el gran Butragueño y los suyos fueran responsables de lo nefasto de sus planteamientos y falta de ideas en el ataque. Nunca olvidaré, cuando un par de años después y por culpa de las lesiones, ante la necesidad de un hombre importante en defensa, despreció a Manolo Sanchís, que según todos los medios deportivos europeos había realizado una excelente campaña, y se llevó a un desconocido Karanka, que ni siquiera era titular en su Athetic de Bilbao. ¡Cabezonería! Como la del impasible marqués, quien afirma muy ufano “su intención de elegir a aquellos que verdaderamente merezcan estar en la selección y nos vayan a representar bien”. Dudo que Fernando Torres, tras su irregular campaña en el Chelsea o el lesionado Villa (por citar un par de ejemplos) merezcan un sitio antes que el gran capitán blanco.
Raúl, el diez en nada y el siete en todo (excepto en nuestros corazones). El mismo Raúl que espera, que tras el penúltimo tren se imponga la cordura y vuelva a una convocatoria que le haga retirarse del fútbol de alto nivel con el mejor sabor de boca. Raúl, el que nunca se rinde, pues siempre fue la entrega, junto con su innegable olfato de gol, la más aclamada de sus virtudes. Aún faltan varias jornadas antes de la lista definitiva, en las que el apático marqués, con la tranquilidad que le caracteriza, puede desempeñar un ejercicio de justicia y responsabilidad. Raúl quiere seguir soñando (y los que creemos en él también) aunque sólo sea un sueño.
Publicado en Diario HOY el 20/05/2012