Enrique Falcó. Cinéfilo
Ya sé que lo primero que pensarán, mis queridos y desocupados lectores, es que últimamente me salen títulos muy cinéfilos. Y no voy a negarlo. Me encanta el cine. Ya saben que opino que el séptimo arte ayuda, y bastante, a aquel recomendable ejercicio de cultivar el espíritu. Pero no teman aquellos que no son amigos de aventuras cinéfilas (que se pierdan sus nombres, que diría aquel gruñón y dormilón espectador de Cinema Paradiso) que no voy a aburrirles detallándoles el pestiño de película cuyo título reza idéntico al de esta Tribuna dominguera que ustedes disfrutan, padecen o simplemente leen periódicamente desde hace tres años.
Además no puedo evitarlo, Tim Burton (productor de la cinta) me cae gordo, y eso que en su día disfruté con “Bitelchús” “Batman” o “Eduardo Manos Tijeras”. Pero aun no le he perdonado bodrios como “Mars Attacks” y ni mucho menos aquel lamentable remake de “El Planeta de los Simios” con aquellos humanos que incluso sabían hablar.
Pero quizás me tragaría todas las películas de Tim Burton antes que los bodrios que se empeñan en emitirnos en Navidad por televisión. Me refiero naturalmente a ese tipo de pelis que yo describo como “Películas de después de comer” que por cierto a mi novia le privan.
Normalmente suelen ser de esas cintas rodadas directamente para la televisión y que gozan de un guion perfecto para que a pesar de no tener interés ninguno por la película te quedes hasta el final para ver que pasa, y eso a sabiendas de que eres conocedor del final casi desde el principio.
Estas pelis durante todo el año suelen llevar títulos de esta guisa: “La sombra de la sospecha” “Seducción inesperada” ó qué se yo “Traición sin límite” “Relación fatal” o incluso “Accidente mortal”. En estas fechas, desde casi principios de Noviembre, con nuestra manera de alargar por arriba y por abajo las fiestas, se sustituyen por títulos que siempre hacen referencia a la Navidad: “Papá Noel en apuros” “Navidad de ensueño” “Navidades infinitas” “solo en Navidad” y engendros parecidos.
El otro día presencié un plagio sonrojante en uno de estos telefilms. No recuerdo un título que además no merecería figurar en estas líneas, pero era una copia descarada de “Atrapado en el Tiempo”, la divertida película protagonizada por Bill Murray en la que un gruñón periodista se ve condenado a revivir el mismo día una y otra vez. En esta “versión” al divertido protagonista lo sustituye una jovencita que ha de revivir el día de Navidad hasta que por fin vuelve a enrollarse con su novio de toda la vida, ayudado por una especie de ángel de pacotilla que tiene que ganarse las alas, sin llegarle a los tobillos a aquel inolvidable personaje de “Qué bello es vivir”.
Pero el título de hoy nos viene que ni pintado para reflejar el sentimiento de muchos en estas fechas, justo antes de la celebrada cena de Nochebuena y tradicional comida de Navidad.
Y es que a pesar de que a muchos les pueda parecer una barbaridad no todos disfrutan especialmente en estos días, sino que por el contrario incluso pasan sus peores momentos del año.
Insisto, hay personas que hasta se molestan al comprobar que no escribes en el periódico un artículo sobre el maravilloso sentimiento de paz y amor que reina en las calles (no puedo escribir lo que no siento o percibo) o no dedicas una sonrisa a aquellos niños que te torturan día y noche con horribles villancicos y una pandereta que no sueltan ni para dormir.
Y no me refiero solo a trivialidades. Existen quienes de verdad y con razón tendrán pocas ganas de fiesta o de celebrar nada. La Navidad es una época en las que se echa especialmente de menos a aquellos que ya no están con nosotros, lo que implica un sufrimiento para muchos. Es de entender que quienes han sufrido una pérdida importante recientemente no gocen de un humor envidiable.
Quien suscribe, ya les ha contado muchas veces que estas fechas no las disfruta como cuando era niño, y me molesta cada año más el hecho de que estos días se trastoque de una u otra manera nuestra realidad cotidiana. Indudablemente una de las causas es que me voy haciendo mayor y ya no creo en aquellos cuentos de Navidad, especialmente en estos últimos y difíciles años cuando eres testigo del desmoronamiento de la vida de muchos que lo están pasando mal, principalmente aquellos que sin comerlo ni beberlo lo han perdido todo y no tienen ni un techo para subsistir.
Desde estas líenas y este blog estamos de acuerdo. ¡No a los despidos ni en Caja Extremadura ni en Caja Badajoz! ¡Son nuestras Cajas!
Quiero enviarles un cálido abrazo a aquellos trabajadores que acaban de perder su puesto de trabajo de toda la vida sin casi recibir siquiera las gracias. Muchas empresas “reesctructuran”, por llamarlo de alguna manera, sus plantillas antes de final de año. Para todos los damnificados, ha supuesto una pesadilla, y encima antes de Navidad. Como cantaba Gabinete Caligari: “No hay mayor contradicción que exista un trabajador en paro”.
No puedo olvidarme de otros que sin embargo aun no saben si mantendrán sus empleos a principios de año, como los trabajadores de Caja Extremadura, o de Caja Badajoz, cuyos responsables ya han anunciado que reducirán su plantilla exista acuerdo o no con los sindicatos. Mucho ánimo y buena suerte.
Fuera del fervor religioso o la sensiblería he de reconocer que después de todo me place especialmente reunirme a cenar con la familia y pasar un rato agradable, con más risas que llantos, y comiendo y bebiendo algo más de la cuenta ¿Por qué no? Pero existen momentos en que mi menda no puede dejar de pensar que la vida no es justa, tampoco en Navidad, y es en ese mismo instante en el que deseo con todas mis fuerzas, aunque solo sea un segundo, que ojalá se hicieran realidad aquellos felices finales de las películas de Navidad de pacotilla.
A riesgo de parecer maleducado no me despediré con un “feliz Navidad”, ni siquiera con un “feliz noche” o “felices fiestas”. Me conformaré con desearles, de corazón, que lo suyo no se convierta en un mal sueño, en una pesadilla antes de Navidad.
Publicado en Diario HOY el 23/12/2012