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Enrique Falcó

ENRIQUE FALCÓ

Los juegos del hambre

 

Enrique Falcó. Internaúfrago

Mi viejo profesor, gran amigo y Medalla de Extremadura, don Manuel Pecellín Lancharro, me envió hace pocas semanas un email desde la lejanía de sus merecidas vacaciones en pos de animarme. Quien suscribe acababa de sufrir una desagradable experiencia, narrada en mi blog Don de Loch Lomond, con un afable aparcacoches o “gorrilla” en las proximidades de mi trabajo. Este hombre, normalmente amable, que hasta saluda a los empleados y que jamás ha ocasionado molestia alguna, nunca me había pedido dinero, y tampoco lo hizo en esa ocasión: “Por favor, cómprame un bocadillo” – Me imploró una tarde antes de acceder a las dependencias de mi trabajo – “¡Te juro que no voy a volver a pedírtelo en la vida! ¡Tengo 43 años y esto es muy duro para mí” ¡Por favor… tengo hambre!”. Aun no he olvidado aquella triste mirada y creo que ya no lo haré mientras viva, guardando aquellos ojos teñidos de desesperación para mis peores pesadillas. Don Manuel me contaba en su email que “Hambre” es la palabra que más se repite en las obras de los escritores extremeños desde el siglo XV. Señal inequívoca de que siempre fue una tremenda realidad entre nosotros. Y que sin duda, vuelve a estar presente, y no sólo en nuestras tierras.  Aprovechaba también don Manuel para narrarme desagradables episodios vividos recientemente que les trasladaban, cual desagradable regresión, a los difíciles tiempos de su infancia en Monesterio, donde vio pasar tanta hambre y necesidad. No es justo que existan tantos que ni siquiera puedan pagarse el sustento más básico, mas deplorable es quien juega con el hambre del trabajador amparándose en la demagogia más chapucera en pos de un puñado de votos y unos pocos minutos de chupar cámara y tinta en los medios. El hambre reduce la condición del ser humano a algo más que a miserable, pues de entre todas las muertes posibles, la causada por el hambre ha de ser sin duda la más cruel. No hemos de olvidar que el hambre convierte al más respetable de los hombres en el peor de los ladrones, y que un hombre hambriento se transforma el alguien enojado, desesperado y peligroso. Por eso, el estómago se me revuelve, quitándome irónicamente el hambre y despertándome las del vómito, cuando observo indignado cómo últimamente se utiliza el hambre como arma política para distintas finalidades.

En un alarde de cinismo y desvergüenza, los presos etarras se declaran en huelga de hambre con una facilidad y una gracia que resultan realmente ofensivas, especialmente para las víctimas del terrorismo a quien se les llevan los demonios ante tanta caradura. Bien he de reconocer que cuanto menos, al menda se la trae bien floja las consecuencias que pueda tener esta negativa a ingerir alimentos para semejantes asesinos confesos, e incluso reconozco que un poco de sufrimiento no les viene mal para purgar condenas impagables. Además algunos lucen mofletes considerables, por lo que no hay mal que por bien no venga, pero una huelga de hambre es algo muy serio para acometerla y poner punto y final continuamente con la misma facilidad con que otros se dedican a asaltar supermercados para realizar actos “simbólicos”. Reconózcanme, mis queridos y desocupados lectores, que ya están un poco hartos de la gracia del pollino Gordillo y los chorizos bravucones del SAT, imitada con chabacanería días después por una panda de niñatos en Sevilla, que se dedicaron a robar bebidas de licor para el botellón de turno, y una paletilla de Jamón en pos de salvaguardar el estómago con sustancia contundente que realizara un poquito de cojín, por aquello ya se sabe, de lo mal que sienta beber con el estómago vacío. La reciente expropiación de opereta que han protagonizado el viernes pasado el ex coordinador (no me extraña) de IU Manuel Cañada y el diputado de IU Víctor Casco en el CARREFOUR de Mérida roza el apelativo de cutre, y nos ha procurado de nuevo a los extremeños algo más que vergüenza ajena al revisar las imágenes en los telediarios nacionales. Con todos mis respetos, los añorados “Martes y 13”, “El Gordo y el Flaco” o los propios “Hermanos Marx” habrían sacado mucho más partido y gracia al asunto que la cómica pareja Cañada- Casco, que ni siquiera se han tenido que calzar el traje de payaso o la careta del despropósito para hacernos sonreír, especialmente de tristeza.

El que ya no hace gracia y despierta algo más que lástima no es otro que Ruiz Mateos, quien también recurre al juego de la huelga de hambre para seguir carcajeándose de la justicia, pero no con la agilidad y fuerza de antaño, sino con signos avanzados de extrema edad y duras secuelas físicas, consecuencias de diversas enfermedades que padece. Insisto. Una huelga de hambre es un acontecimiento muy serio para tomárselo a cachondeo. Realizar actos “Simbólicos” expropiando alimentos también. Con el hambre no se juega, y mucho menos a hacer política. Qué quieren que les diga. Me repugna. ¿Y saben por qué? Porque tengo amigos, familiares y compañeros que empiezan a pasar necesidad, y se han desentendido primero de caprichos y las cosas menos necesarias, y aunque aún no pasen verdadera hambre su alimentación no es la misma que la de hace algún tiempo, y no es lo mismo comer carne y pescado que lechuga y sopas de sobre. Y no quiero ni imaginarme lo que tiene que ser tragarse el orgullo y la vergüenza como la situación vaya a peor y estas personas tengan que recurrir a la caridad. Desde pequeñitos nos lo afean en la mesa: “Con la comida no se juega”, y sin embargo algunos siguen jugando. ¡Por el Cetro de Otokkar! Estos juegos del hambre terminarán necesariamente pasándonos factura. ¡Que el diablo me haga tragar la barba si miento! Y para aquellos, que decepcionados esperaban encontrarse con un artículo sobre la maravillosa trilogía de Suzanne Collins, aquí mi epitafio: ¡Que comiencen los juegos del hambre! Y que la suerte esté siempre de vuestra parte. El mundo estará observando.

Publicado en Diario HOY el 26/08/2012

Don de LOCH LOMOND

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