“A mí también me ocurrió algo muy parecido. Lo vi. en aquella película de Kevin Smith, una especie de comedia romántica que por fin contaba una historia de amor sin tapujos, alejada de los tópicos de sensibleras obras de Meg Ryan y compañía, donde un tío gordo y callado contaba su inesperada historia. Y digo inesperada porque aunque era un personaje cómico, no dejaba de ser un tipo misterioso. Ni un solo sonido articulado reconocible había salido jamás de su garganta, pero de repente se puso a contar aquella historia, y habló largo y tendido, como si llevara haciéndolo toda su vida. Yo soy como aquel tipo y sufro la misma desgracia. Pero ni siquiera tengo coraje para abrirme y poderlo contar.
Los recuerdos y su ausencia me atormentan a diario. En mi armario continúan sus vestidos y faldas, pero me faltan algo más que agallas para volver de rodillas, y suplicar con corazón que volvamos a empezar.
A mi también me dolió en el alma, como al tío de aquella película. Soy igual que “Bob el Silencioso” tragándome el veneno de mi estúpido orgullo. Seguiré siendo como aquel tipo, cargando con mi desgracia día a día, sin tener ni siquiera el consuelo de que al menos lo intenté. Me doy lastima a mi mismo pero ya me he acostumbrado a vivir así.
Ni siquiera soy un perdedor con suerte. ¡Dichosos aquellos que saben pedir perdón! Ni siquiera soy una persona corriente. Dichosos aquellos que saben sufrir sin dolor. ¡Sin dolor! Persigo un sueño. Persigo un deseo. Persigo mí destino. Persigo a Amy”.