Estoy “reventao”, y perdonen la licencia, pero es que eso de reventado me suena a cursi y se me hace difícil de leer y escuchar. Es que me he pegado toda la tarde con mi “cuñao” Jesús (cuñado también me suena mal) montando un mueble enorme del IKEA. Hay que aprovechar el tiempo, ya que dispongo de unos días de vacaciones, y a pesar de llevar tres meses instalado en mi nuevo hogar, aún quedan trastos por colocar y muebles en sus cajas por montar en la denominada “habitación de la mierda”, que es esa ubicación que existe en mi hogar, donde el primer día mi novia y yo empezamos a meter de cualquier forma todo lo que de alguna u otra manera no sabíamos donde colocar o sobraba de principio. Y hablando de principio, la verdad es que al principio estaba digamos ordenadita. Imagínense. Un montón de cajas bien apiladas por tamaños, unas encimas de otras, separadas las de libros, las de cds, la de ropa o utensilios de cocina. Poco a poco, buscando por ahí y por allí, ahora no hay ni siquiera quien se atreva a entrar. Hace poco más de un mes, mi “cuñao” Jesús iba a colocarme esas barritas del IKEA para la cocina, para colgar cosas que son tan prácticas (utensilios de cocina como cucharones o espumaderas), y no aparecían. Sabíamos que estaban allí pero no había quien se atreviera a entrar. Menos mal que en esas llegó mi “cuñá” Lara, la hermana de mi novia, novia de Jesús, y la encontró entre tanta porquería “arrejuntá” por los rincones.
El caso es que hoy hemos aprovechado para montar el último armario, y qué quieren que les diga, aquí me encuentro relajándome ante el ordenata con un copazo de LOCH LOMOND. Aunque la verdad es que ahora pienso que si yo estoy tan cansado como estará el pobre Jesús, que ha sido quien realmente ha montado el mueble mientras mi menda lo único que podía hacer era pasarle tal o cual martillo, sujetarle aquella o esta tabla, darle conversación o prepararle una merendola (qué menos). La verdad es que existen dichos que me encantan, uno de ellos es el de “pa eso está la familia” que es muy grande y cierto. La verdad es que ya he comentado en alguna ocasión que he tenido una suerte enorme con mis cuñados, ya sean por parte de mis hermanas como los novios de las hermanas de mi novia (y su hermano). No son cuñados ni familiares, ante todo son amigos, grandes amigos, casi como hermanos, y he de reconocer que tengo una suerte bárbara de poder contar con su amistad y complicidad, y no sólo para este tipo de tareas, sino para cualquier problema que me surja en la vida.
Últimamente a Jesús y Lara los apodo cariñosamente los “cuñapas” por aquello de que además de cuñados se están encargando de montarme muebles, colocar enchufes, utensilios, lámparas, adornos, radiadores… Qué quieren que les diga, ya sé que estarán pensando que tengo unas pelotas que me las piso o más cara que espalda, pero les aseguro que no se trata de morro o comodidad, es que uno no vale para estas cosas. De la misma manera que el menda te escribe de cualquier cosa en cualquier momento, o se marca sin problema el “Sunday Bloody Sunday” de U2 a la batería, te recita de memoria “La Venganza de don Mendo“, o se pasa el juego del “súper pang” casi sin mirar, las chapuzas no se me dan bien, igual que las matemáticas o los trabajos manuales, o por ejemplo, cambiar neumáticos.
Con todo mi corazón, sirvan estas líneas como humilde homenaje muy especial a todos los “cuñapas”, a los míos y a los de todos ustedes, que seguro que tienen muchas historias que contar de ellos, las cuales estaré encantado de leer en mis comentarios. Para muchos la palabra “cuñado” suena a famila política, risa, cachondeo, o familiares de segunda, para quien suscribe sólo tiene connotaciones y denotaciones de verdadera familia, amistad, simpatía, compañía, ayuda, alegría, buen rollo, y sobre todo… de gratitud.