Ustedes ya me conocen. A la hora de darle tientos a una buena copa de cristal de balón (de barón que diría mi hermano Gonzalo) el LOCH LOMOND siempre es mi primera opción. Principalmente solo, con mucho hielo, y sin mariconadas de agua o refresco para rebajar. Un excelente Whisky escocés no admite según que cosas. Tampoco le hago ascos, por supuesto, a un buen Ron añejo, esta vez sí, combinado. A ser posible sin preparar, y con coca cola Zero. Yo soy más del sabor más seco en detrimento del más dulcificado. Por ello, y para no hacer publicidad no afirmaré públicamente que me decanto por el Brugal antes que por Barceló, siendo los dos estupendos brebajes. Por lo que no transijo es por esa mierda llamada Legendario que nos intentan vender como si fuera ron. Yo les aseguro que por mucho que les guste a las niñas eso jamás ha sido ron. Es azúcar puro que encima se suele tomar con coca cola. En fin, que allá cada uno con lo que se quiera envenenar.
Por estos días, ya entrado Julio, en nuestra ciudad existe una bebida que se impone imparable. El tinto de verano, de la que reconozco soy un fanático empedernido en los meses caniculares. Conozco a muchos que cambian su bebida habitual, incluso la refrescante cerveza, por este delicioso invento cuando arriba el sofocante calor a nuestra ciudad. Ayer noche mismo, quien suscribe degustaba un sabroso tinto de verano en la terraza de su casa, aprovechando el inusual fresquito de la noche. Fue dar el primer sorbo y corrí hacia mi portátil para compartir con ustedes mis pensamientos sobre tan exquisito regalo.
Constantemente los seres humanos nos quejamos de nuestra mala estrella, especialmente de nuestra escasa fortuna. Pero existen momentos como el de ayer noche, con una bonita media luna de fondo, y al frescor de la brisa nocturna, que tras saborear un tintito de verano a uno no le queda más remedio que reconocer que existen momentos en los que vive como un millonario. Mi consejo para salvaguardar el cálido verano en nuestra sofocante ciudad amigos. Menos mala leche, nada de mal café, y mucho tinto de verano bien fresquito. Ni el propio Abraracúrcix sostendría un consejo moral más satisfactorio.