Es inevitable que los domingos piense ineludiblemente que al día siguiente, el lunes, vuelta al redil, como está mandado. Atrás queda la diversión y el Loch Lomond consumido con deleite durante el fin semana. Esta tarde, leyendo, o mejor dicho, releyendo una vez más cualquiera de los cómic de Asterix me ha venido a la cabeza la imagen de mi compañero y amigo “el gallardas”
Mi amigo el “gallardas” (evidentemente no se llama así) es de Mérida. Nació, creció y vivió allí sus mejores años. Y quiere su tierra con locura. Para nosotros, sus compañeros de tajo, es el “Romano” o el “Pecholata”, como nos gusta llamar a los de Mérida aquí en Badajoz. Por supuesto todo en plan de broma, de sano cachondeo vaya, pues es un tío súper simpático, y nos llevamos divinamente. Aunque hay veces que lo de referirnos a él en tono tan jocoso se lo tiene merecido, porque es que se pasa tres pueblos. Que resulta que se lo ha creído, oiga, como muchos de sus paisanos. Que presume que él es de “la capital” nada menos. Que nos mira por encima del hombro como el señorito de Madrid miraba entonces a los pobres estudiantes de provincias. Qué te dice tan tranquilo que le da mucha “cosica” salir de la capital y tener que venir al pueblo para trabajar. ¡Y eso sí que no! ¡Vamos! ¡Hasta ahí podíamos llegar!
Mi menda sigue sin comprender como es posible que Mérida sea la Capital de Extremadura, existiendo dos ciudades mucho más grandes como son Badajoz (sobre todo) y la bella Cáceres, de la que también estoy enamorado. Aún así no me parece mal. Por su situación geográfica… pues no sé, pero desde luego por lo que representa para Extremadura gracias al estado y conservación de sus ruinas romanas desde luego.
A mi me encanta Mérida. Como a casi todo el mundo. No conozco a ningún pacense que no presuma de ella cuando sale de Extremadura. Sin embargo, una vez de vuelta a Badajoz sigue siendo tan bella ciudad motivo de mofa y befa a la primera ocasión. A ver si aprendemos de una vez, que todos somos extremeños, y que ni pueblo, ni capital, ni mangurrinos, ni gitanos, ni romanos ni cristo que los fundó. ¡Extremadura y punto! Y a presumir de ella. Y a mi querido “gallardas” desde aquí le digo que se relaje, pues a ver si va a tener razón mi buen Obélix, con aquello de “¡están locos estos romanos!”