Esta claro que tras el encuentro ante Honduras el equipo español ha mejorado en algunos aspectos su juego. Se ha notado mucha más intensidad y quizás por el momento ya no será necesario mentar la extraña enfermedad con la que Del Bosque pareció contagiar a los suyos en el primer partido contra los suizos:
https://blogs.hoy.es/loch-lomond/2010/6/17/apatia
No voy a narrarles una crónica de los sucedido hoy en el cesped, desde luego, para eso cuenta éste Diario con un excelente equipo de periodistas deportivos y colaboradores en la sección de deportes. Me limitaré a reconocer que al menos se dejan entrever aspectos positivos: Lo primero y más importante es que se ha ganado y con gran facilidad. Puede decirse que en ningún momento peligró la victoria española, y se ha notado un cambio importante de actitud. En detrimento de los nuestros reconocer sin ningún tipo de alegaciones al respecto que el rival ha sido aún más flojo de lo que se suponía, lo cual es decir mucho, por lo que la victoria deja un sabor agridulce, ya que nos hubieran venido bien un par de tantos más de ventaja, para resolver a nuestro favor en caso de doble o triple empate a puntos.
Lo dicho, que al menos se ha ganado, y hay que estar contentos, pero sin pasarse, que no se ha hecho nada del otro mundo. No sacaré de mi armario la botella de LOCH LOMOND que reservo para brindar en momentos especiales. Lo curioso es, y aquí viene lo interesante, que España y su digamos irregular comienzo de mundial empiezan a recordarme a las grandes selecciones de fútbol que siempre están ahí, a pesar de sus no muy buenos comienzos o pésimo juego en la mayoría de sus partidos.
Recuerdo que mi primer mundial con algo de uso de razón fue el de México 86. Allí me enamoraré de Diego Armando Maradona y de la selección Argentina, que a la postre ganó merecidamente aquel mundial en una gran final contra Alemania que le puso las cosas muy difíciles. Todo rastro de magia y bello juego había desaparecido cuatro años después en la albiceleste en el mundial de Italia 90. Parece que fue ayer cuando estaba viendo el partido inaugural y presencié el aburrido enfrentamiento con el que nos obsequiaron Argentina y Camerún. Un clamoroso fallo de Pumpido, el guardameta Argentino, otorgó el triunfo a Camerún por un gol a cero. Aquí empiezan las coincidencias.
Argentina empezó perdiendo uno a cero aquel mundial. (Como España en éste) No desplegó gran juego y se clasificó con alguna dificultad para octavos (igual que le va a ocurrir a España). El Portero Pumpido no tuvo suerte ya que se lesionaría dando el relevo al gran Sergio Goicoechea, el portero milagro que condujo a su selección a la final tras sus recordadas intervenciones en las tandas de penalty. (A España no le hace falta que se le lesione el portero pues para portero milagro ya está Casillas, el mejor del mundo, pero en todo caso dispone de otros dos de gran categoría) El caso es que finalmente Argentina, con un juego mediocre y con más suerte que verguenza se presentó en la final de aquel Mundial dejando atrás a selecciones que estaban desarrollando mucho mejor juego, y que eran a la postre más favoritas que ella.
¡Italia! Otra gran especialista en estos acontecimientos. Aún recuerdo el mundial de E.E.U.U. 94 donde nos derrotaron injustamente en cuartos y se plantaron también en la final. O sin ir más lejos en Alemania 2006, donde aún ni ellos mismos se explican como pudieron realizar la proeza de ganar el mundial. ¡Y que decir de Alemania! El gran Gary Lineker siempre decía “El fútbol es un deporte que inventamos los ingleses pero donde al final siempre ganan los alemanes”.
Quizás haya llegado el momento de que nos toque protagonizar una película parecida. Que empezemos jugando un poco regular, a trompicones, clasificándonos de milagro, pero de menos a más, y que nos presentemos a la chita callando en la final del Mundial de África. Imitando a las más grandes, a las que están siempre ahí, a las que nunca fallan. ¡Qué quieren que les diga! Soñar resulta barato, casi gratuito. Es sólo una idea, una teoría, quizás una lejana ilusión. Una bella y épica película con principio de dudoso contenido pero con el mejor y más delicioso de los finales.