Quien suscribe ya ha escrito, y no poco, sobre el desagradable tema de la mierda en esta ciudad, y en varios ámbitos. He narrado mi aversión por los chicles, he tratado el problema del servicio de recogidas de basura, me he indignado con los insolidarios dueños de los perros que no recogen sus respectivas heces, y he realizado un ejercicio de repugnancia hacia las palomas, las ratas del aire, a las que detesto de todas las formas posibles. Aun así la mierda sigue, y continúa imparable, extendiéndose como mancha de aceite. Tan nauseabundo problema copó ayer la atención del Diario HOY quien se hace eco de la alfombra de excrementos que se extiende por la avenida de Sinforiano Madroñero.

Mobiliario urbano y viandantes sufren las consecuencias de los excrementos de los pájaros que copan los árboles de la avenida. Algunos insisten en que habría que acabar con los pájaros, pero existen voces en contra en defensa de las aves por aquello de que se alimentan de repugnantes insectos, como  las odiadas cucarachas, y que podría ser peor el remedio que la enfermedad.  Mi menda no sabe cuál podría ser la solución del problema, pero si lo cierto es que existe una invasión de pájaros lo lógico sería acabar con algunos de ellos antes de que el asunto, además de un problema higiénico, se convierta en algo más peligroso. Yo comprendo que los defensores de los animales se echarán las manos a la cabeza oiga, pero es que yo es tomarme un par de LOCH LOMOND y pensar en la película “Los Pájaros” y se me pone un mal cuerpo que “pa qué”.

A mi amigo Javi, ya lo conocen, íntimo mío y de la gula, como quien suscribe, siempre le caían a él todas las cagadas de pájaros en sus prendas recién estrenadas. Para nosotros, sus amigos, era como si dispusiéramos de un escudo protector, pues Javi parecía poseer un imán que lo hacía presa de tan desagradables manchas. Javi es un gran defensor de los animales, jamás le haría daño ni a una mosca, pero es que todos tenemos nuestros corazoncito. Aún parece que estoy viéndolo blasfemando como el Capitán Haddock con la mirada altiva y el puño en alto mientras trata inútilmente de limpiar las cagarrutas de su chaqueta nueva. Estoy convencido, de que si en ese mismo momento llega a tener una escopeta de caza los fulmina a todos. Recuerdo con nostalgia cada vez que acudía a alguna de nuestras quedadas para salir en nuestra época de adolescentes y lo veíamos llegar con una reluciente camisa y una cara de cabreo que daba miedo hablarle.

 – ¿Que te ha pasado Javi?-  Le preguntaba siempre mi amigo Adolfo con malísima intención. Javi señalaba el regalo de los pajaritos y a todos nos entraba la risa floja mientras que por lo bajini el pobre Javi escupía con mala leche una frase lapidaria  – “¡Mierda pájaros!”