No conozco nada mejor para curar una terrible decepción (acuérdense de mi estado de ánimo hace un par de días) que una buena cena de exquisiteces con grandes y generosos amigos, regada por una selección inmejorable de magníficos caldos. Si a todo esto le sumamos algún LOCH LOMOND reserva para los brindis finales, entonces podremos irremediablemente afirmar que todo desencuentro emocional será curado (como el buen jamón) sin reserva (para reserva el LOCH LOMOND).
Mis grandes y generosos amigos son en esta ocasión mi íntimo, compañero y gran y reconocido poeta, Ángel Manuel Gómez Espada (en la foto de abajo), y su novia Sonia, que es hija de portugueses establecidos en Francia. ¡Total nada! Como yo bien le digo siempre “Hija mía, portuguesa y gabacha, te llevaste lo mejorcito de Europa” Pero ella, como me conoce, lejos de irritarse y acostumbrada ya a mi sentido del humor, no duda en responderme con una agradable sonrisa.
Esta noche, nos invitan a Noelia y al menda a una deliciosa velada en su casa para celebrar su último viaje a París. En ella charlaremos, veremos fotos, comeremos delicatessen preparada por ellos (Ángel es un verdadero Gourmet) y nos ofrecerán los caldos más selectos de su magnánima bodega, de los que guardan para los buenos amigos. Si he de serles sincero, me considero al menos algo culpable de la caída de género de ésta en los últimos 6 años (justo cuando Ángel se estableció en Badajoz recién llegado de Murcia y tuvimos la suerte de conocernos), porque a pesar de que se ha ido reponiendo con los años, puede decirse que cuando nos juntamos sufre considerables bajas muy difíciles de reponer. Pero como bien dice mi amigo “Para eso están”. Tampoco deja de ser cierto que he sido requerido por él en alguna ocasión en que algunos de sus caldos rozaban la fecha tope para su óptimo consumo, y que se me utiliza también como excusa o reclamo cuando a mi querido poeta le apetece correrse una buena juerga gastronómica, a las que yo me apunto en cuestión de segundos.
Sé que esta muestra de alegría puede dar la sensación de que le exijo poco a la vida para ser feliz, que me contento con una simple cena, pero cierto es, que en estos especiales momentos, es donde uno se siente inmensamente rico. De espíritu, de alma, de corazón. Atrás quedan las tristezas y decepciones, los malos y negativos pensamientos. Sólo la alegría y las ganas de vivir serán los selectos invitados a la cena de esta noche. Esto le sube la moral a cualquiera, y cuanto más a un servidor.
Brindo desde este humilde blog con todos ustedes por los amigos, los que siempre están en los buenos y sobre todo malos momentos. Por los cómplices incansables en la lucha sin cuartel contra la decepción, la tristeza, la depresión y la desgracia.
¡Que ganas tengo de que llegue la hora de cenar!