Me da igual lo que piensen los de la protectora de animales. Pero las Palomas no cuentan con mis simpatías. Puedo decir alto y claro que las odio. Me dan un asco tremendo. ¡No puedo con ellas!
Nunca he comprendido ese amor por semejantes bichos tan horrorosos, salvo que el amor sea de otro tipo, o sea gastronómico, ustedes ya me entienden. Veo con muy buenos ojos esas batidas para convertir a esos animalejos en platos del día. Lo que ocurre es que como un servidor no aprecia para nada su sabor, debido sobre todo al asco que le dan, pues ni siquiera ello consigue mitigar mi odio a las llamadas “ratas del aire”. Este genial calificativo que le dio Ernesto Sevilla, junto con Joaquín Reyes alma mater de “
El otro día se nos coló una en la habitación a mi novia y a mí. ¡Dios! ¡Que asquerosidad! Fue verla y darme cuenta que ya me había dejado un “regalito” junto a la cama. Tuvo suerte de escaparse rápido porque iba a atacarla con la escoba sin cuartel, y modestia aparte y sin querer pecar de presumido, puedo afirmarles con toda rotundidad, que si soy poseedor de alguna virtud ésta es la de la puntería. Hecho curiosísimo por otra parte, e increíble, si tenemos en cuenta que tengo 5 dioptrías de astigmatismo en el ojo derecho. Pero lo dicho, se me escapó por muy poco.
Salir cada mañana de mi casa y pisar continuamente excrementos de palomas no ayudan a mitigar mi odio contra estos animalejos. Ver como destrozan monumentos y ensucian las calles y los coches tampoco. Soportar como algunos vecinos y viandantes las obsequian con miguitas de pan roza para mi menda la barrera de la provocación. En algunas ciudades, como Madrid o Sevilla, se encuentras estas ratas voladoras tan cómodas que casi te empujan por la calle, y te impiden sentarte a comer algo en muchas terrazas, ya que éstas están tan pobladas de roedores volantes que sus plumas se te meten en las raciones y en tu caña de cerveza. Gracias a Dios, en Badajoz aún no les hemos permitido tales humos.
No hay vuelta de hoja. Si al menos me gustaran como saben. Pero que no, no intenten convencerme. ¡Que asco de Palomas! ¡Las ratas del aire!