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Enrique Falcó

ENRIQUE FALCÓ

Llamar a las cosas por su nombre

 

Enrique Falcó. Gordo con sentido del humor

No me voy a descubrir a estas alturas, estaría bueno, después de más de dos años dándole a la tecla para ustedes. Pero me atrevería a afirmar que quien siga regularmente mis artículos adivinará en mí humilde persona (dicho sea de paso con todo el respeto hacia las personas) gran capacidad para encajar deportivamente las críticas, aunque éstas sean demoledoras. En más de una ocasión, incluso me he atrevido a afirmar que las críticas me ponen cachondo (con todo el respeto del mundo para los cachondos), qué se le va a hacer, cosas del morbo, que no tienen sentido ni justificación alguna. Será seguramente por aquello que un amigo me enseñó de que no hay que tener en cuenta los elogios, pues estos te debilitan y consiguen acomodarte, y con ello bajar la guardia. Las críticas sin embargo son como puyazos, que a los toros bravos los hace valientes, mientras que a los mansos (que a pesar de todo según La vida de Brian van a heredar la tierra, en detrimento de los gansos y los queseros) los pone a la defensiva. Soy tan masoca (y que los masoquistas no se me ofendan) que hasta ofrezco un correo electrónico para que el personal se despache a gusto. También, mis desocupados lectores sabrán, que si soy docto en algo es precisamente en llamar a las cosas por su nombre, ya me entienden, que no escribo “Los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa” (no me refiero a la Rua dos Anjos Pretos de mi amigo el poeta Ángel Manuel Gómez Espada) sino “Lo que pasa en la calle”.

 

Ocatarinetabelachitchix el corso, susceptible y orgulloso

Ocatarinetabelachitchix el corso, susceptible y orgulloso

 

El pasado jueves, en este mismo diario, don Jesús Gumiel Barragán, presidente de COCEMFE en Badajoz, publicó una carta en la sección “Cartas al director” en el que pretendía dar un pequeño tirón de orejas a quienes, amparándose en la intención de provocar la risa, o bien de insultar o denigrar, hacían referencia a personas con discapacidad. No puedo estar más de acuerdo. El problema es que “a modo de pincelada” no se le ocurrió otro ejemplo que el de mi artículo del pasado domingo Con ánimo de ofender, en el que quien suscribe utilizó la expresión “me da la sensación de que en el fondo nos hablan como si fuésemos subnormales” para criticar algunas palabras de los políticos. Hace hincapié don Jesús además en el título del artículo, desconociendo sin duda que se trataba de un pequeño homenaje al maestro Pérez Reverte, pues así se titula su primera recopilación de artículos, donde juega (como era mi intención) con la famosa frase “Sin ánimo de ofender”. En ningún momento, válgame Dios, he tratado jamás de molestar a personas con discapacidad, además no me gusta usar esta palabra,”discapacidad”, entre otras cosas porque a estas personas las considero bien capaces. Subnormal no es más que un adjetivo que significa que una persona tiene una deficiencia mental de carácter patológico. Bien es cierto que muchos la utilizan como insulto y para hacer reír, pero ese es su problema. Lo que no comprendo es cómo don Jesús Gumiel Barragán pone al menda de ejemplo cuando no pretendía ni una cosa ni la otra.

Hemos llegado a un punto de susceptibilidad en el que parece que nos molesta todo y hay que ir pidiendo perdón continuamente. Personalmente estoy muy concienciado de las adversidades que sufren estas personas (¿Quién no tiene amigos o familiares con problemas?) pero no me creo en la obligación de pedir perdón a todas ellas por utilizar una palabra. Durante la carrera coincidí en un curso con un chico ciego (que me perdonen los invidentes, y de paso también los videntes) y jamás se molestó cuando a la hora de hacer un trabajo coloquialmente alguien le preguntaba “como lo ves”, o cuando alguno comentaba que el otro día se puso “ciego de pasteles”. La normalidad en el lenguaje no debería hacerle daño a nadie, y tampoco el buen sentido del humor. Cita don Jesús al maestro Gila, del que recuerda que nunca empleaba palabras malsonantes ni ofensivas para hacer reír. Aunque debo ser bastante más joven que el señor Gumiel no significa que no haya visionando bastante más videos que él del gran maestro del humor. Y podría representarle gags enteros, palabra por palabra. Le recordaría cuando el genio hablaba con las criadas (todo mi respeto para las empleadas de hogar) por teléfono “Sí mi amor, sí mi reina, sí mi tesoro… es la criada… es más tonta… además confunde las palabras…me dice el otro día “Mi novio llora mucho en el cine porque es muy semental”. Qué quieren que les diga, me parto de la risa, igual que cuando parodiaba a los paletos de pueblo (mil perdones a los paletos y a todos los pueblos) “Su padre nos dijo -me habréis matao el hijo…pero lo que me he reído- y va la madre y se enfada, la tía asquerosa, y mi madre dijo – pues si no sabe aguantar una broma que se vaya del pueblo”.

 

No creo que nadie de pueblo, por muy pequeño que sea, se moleste por las divertidas ocurrencias del maestro Gila

No creo que nadie de pueblo, por muy pequeño que sea, se moleste por las divertidas ocurrencias del maestro Gila

 

Lo dicho, que sin ánimo de ofender, me gusta llamar a las cosas por su nombre, y al que no le guste puede privar a sus delicadísimos ojos de leer mis escritos, pero que se abstenga de intentar quedarme en evidencia públicamente tildándome de lo que no soy. Alguna vez por teléfono, cuando el interlocutor no me pone la cara, me ofende con frases como “ah sí, alto, moreno, fuertote” o “gordito” “regordete” u “obeso”. Me gustaría que dijera “Ah sí, alto, moreno, gordo, con gafas”. Nunca me molesto si se refieren a mí como gordo, porque estoy gordo, de la misma manera que si me dicen guapo, ya que soy tremendamente atractivo (con especial perdón a los más modestos). Yo no sé si nos hemos vuelto tontos, y permítanme que no exprese mis respetos a éstos, ya que escribo para personas sencillas y con sentido del humor, y no para aquellos que insisten en complicarse la vida buscando tres pies al gato o tratando de ser más papistas que el propio Papa.

Publicado en Diario HOY el 26/02/2012

Don de LOCH LOMOND

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