Ayer me fastidiaron la comida a base de bien. Por razones que no vienen al caso decidí comer fuera, en un restaurante que me encanta pero que siempre está de bote en bote al mediodía debido a su excelente y económico menú. Tres señoras de mediana edad se empeñaron en fumarse cuatro cigarros cada una durante apenas treinta minutos. Y no vayan a pensar que lo hacían entre plato y plato, que también, le pegaban tientos al pito mientras cataban una paella de la misma forma que yo se lo daba a mi copa de vino. Nuestras mesas estaban casi pegadas la una a la otra, por lo tanto durante la degustación de mi deliciosa sopa de picadillo y mi carne en adobo de pinchito he tenido que soportar sobre mi cara y mí comida los asquerosos malos humos de mis vecinas de mesa.
¿Cómo se puede fumar mientras se realiza una acción tan necesaria y deliciosa como es el comer? Uno se pregunta como es posible que haya gente tan adicta a la nicotina como para tenerse que fumar cuatro cigarros entre (y durante) plato y plato. Con lo que a mi me gusta comer por Dios. Es una lástima.
En todo caso, estas molestas señoras no podrán contarles hoy a sus amigos y familiares que ayer comieron fuera, porque sería mentir descaradamente. En todo caso podrán comentar que ayer pasaron un rato muy agradable echándose unos platos de comida entre cigarro y cigarro. Les salvó mi buena educación, las prisas y mis ganas de comer rápido, y sobre todo que ayer era viernes, y ya saben que los viernes estoy de buen humor.
Aún así me pregunto como es posible que no advirtieran que me estaban dando la comida. Lamentablemente creo que se estaban haciendo las tontas, y que en el fondo les daba igual, o incluso es posible que encima les haya hecho mucha gracia. Todo esto me ha llevado a hacerme una pregunta profunda que comparto con ustedes como despedida y para que reflexionen:
¿Por qué las personas maleducadas no tienen fecha de caducidad?