Ni el domingo, ni el lunes…vaya dos días que llevo. No me encuentro muy bien la verdad. Como casi siempre digo, medio en serio medio en broma, he tenido años peores…o mejores, que da lo mismo. Es una especie de “no estoy muy bien que digamos, pero tampoco es para tanto” o quizás “hombre, no estoy mal del todo pero tampoco para tirar cohetes”. Lo que sí les aseguro, mis queridos y fieles lectores, es que jamás me atreveré a afirmar que mi momentánea pasividad, pasajera apatía y ausencia de buen humor se deba ni por asomo a la depresión post-vacacional. Me niego, para mí tal término no existe.
Ayer no fue un gran día, está claro, debido ni más ni menos a que tuve que incorporarme a mi trabajo, a la rutina, a la responsabilidad. Es normal que no tenga sobradas ganas de bailar en pelotas por la casa cantando ni de pasear por la calle andando despreocupado y feliz dando saltitos cual traviesa cabrichuela. Tras un merecido descanso sin prisas, madrugones, agobios etc, la vuelta al tajo y al día-día se hace muy dura, y hay que intentar encajarla como las críticas, con gran deportividad. ¡Tanto invento de depresión post-vacacional y tanta tontería!
Yo creo que a los de mi generación esas tonterías no nos pasan, como no nos dejaban nuestros padres, pues claro. Sin embargo, ahora hay mil entendidos, incluso médicos, que aconsejan por ejemplo, que a los niños se les vaya acostumbrando los últimos días de vacaciones a lo que va a ser su jornada de estudio, que se vayan acostando antes, repasando algunas asignaturas. En mis tiempos estabas hasta el último puñetero día aprovechando para jugar hasta las tantas y acostarte tarde y el día antes preparabas la mochila y ya está, y empezaba el colegio y ya tendríamos todo el tiempo del mundo para acostumbrarnos y hartarnos hasta más no poder.
Qué cantidad de chorradas en muchas oficinas, que incluso se ponen unas bermudas y se toman unos cócteles, como si estuvieran en el chiringuito de la playa, y allí sale siempre sonriente el responsable de recursos humanos, que suele ser el más estúpido de todos, aplaudiendo la decisión de la empresa de acogerse a ese programa de aclimatamiento al trabajo. ¡Váyanse al carajo con tanta tontería! El día que empiezas a trabajar, pues empiezas y punto, y a tachar en el calendario los días que faltan hasta las próximas vacaciones. Mi menda disfrutará de un par de semanitas más en Diciembre. ¿Saben un secreto? Estoy contando…los minutos!!!