Si en la Serra d’Ossa y en la de Montánchez hemos podido hacer interesantes rutas compatibilizando patrimonio natural con humanizado, otra vez más apartándonos ligeramente de la “línea de Raia/Raya” volvemos a gozar de nuestros montes, ahora yendo entre Cáceres y Plasencia, por el Valle del Tajo, en ese preanuncio del Parque Nacional de Monfragüe que son los alrededores de Talaván.
¿Y por qué en esta zona menos conocida de los tesoros que conforman nuestro patrimonio? Por eso, por abrir nuevas opciones y porque el empeño, siempre loable, del Grupo de facebook ARQUEONATUREX -tan eficazmente administrado por Amparo Carrasco- insistió recientemente en invitar a cuantos lo desearan a compartir una ruta senderista moderadamente montuosa, con el descubrimiento de un patrimonio artístico especial. Concretamente, ese pequeño tesoro que es la antigua Ermita del Santo Cristo, vecina de la Iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, que también merece una reflexión.
El paseo, de 5 o 6 kilómetros desde el pueblo hasta el encuentro del arroyo Maya con el Tajo, es un agradable recorrido por un paisaje netamente mediterráneo, de fondo pizarroso, compacto de jaras y alcornoques, que en el cabezo interpuesto entre ambos ríos nos ofrece los restos de un castro celta del período del Hierro II, del que se conservan restos de murallas, torres y estancias, y poseyó tres recintos de amurallamientos concéntricos.
Vueltos al pueblo, si al salir no habíamos reparado en ello, ahora veremos destacar de entre el caserío la torre de su Iglesia parroquial. Monumento sencillo pero de buena factura, levantado entre los siglos XV y XVI, en estilo tardogótico y renacentista, del que enseguida nos llamará poderosamente la atención su torre, alzada en la cara norte. Problemas de conservación de su último tramo llevaron a que en los años sesenta del pasado siglo se hiciera una intervención de urgencia, colocando una cubierta inclinada, habiendo desaparecido prácticamente todo el cuerpo superior.
En 2009 se procedió a su rehabilitación y, para no reconstruir con mimetismo (algo que se rechaza en las técnicas y normativas de intervención en monumentos), se levantó una estructura cúbica en hormigón visto con aberturas rectangulares en vertical y remates de machones blancos, de una altura doble de la del tramo de torre conservado. Y así, para evitar una reconstrucción “imitadora”, se ha implantado un auténtico bodrio que a nadie deja indiferente por lo disparatado: el impacto visual es terrible, al tiempo que carece de la mínima “inspiración de la gracia artística” que cualquier actuación en un patrimonio histórico debería tener. Un cubo, en definitiva, que está pidiendo a gritos su desmonte.
Pero lo más lamentable corresponde a la Ermita del Santo Cristo, pequeño monumento del siglo XVII, que durante el XIX y buena parte del XX sirvió como cementerio municipal, pasando posteriormente al total abandono, en que ahora se encuentra.
Es especialmente inexplicable su estado de dejadez y ruina, porque estamos ante un patrimonio singular en cuanto a su interior decorativo se refiere, del que apenas si queda la capilla mayor, pues lo demás está prácticamente destruido, a no ser los arcos que definen los tramos de su única nave.
Esta capilla es de planta ochavada y cúpula semiesférica sostenida sobre pechinas irregulares, totalmente esgrafiada. La ornamentación de la cúpula es floral y geométrica desde la clave superior hasta el círculo de base en donde se presenta lo más singular de la decoración: un friso de ángeles réprobos, o condenados, o “malos”, que podemos llamar. Sobre fondo blanco, se delimitan las alas con trazos lineales curvos; en sus cara se muestran ojos de terror y en la boca enormes dientes puntiagudos, dejando entrever un fondo rojo, como rojo es el contorno y punteado del capirote triangular que cubre sus cabezas, de cordón con borla del mismo color, lo que les da un aire grotesco y desamparado.
La imagen de estas figuras “angélicas” -todo cabeza y alas- es sobrecogedora, pareciendo representar las penas de la condena eterna. Un versículo en latín recorre el círculo inferior. Corresponde al profeta Isaías, que traducido viene a decir: FUE OFRECIDO PORQUE ÉL LO QUISO. Y ÉL CARGÓ CON NUESTROS PECADOS. ISAÍAS 53. Queda rematado con la fecha que nos indica el momento de su realización: 15 DE MARZO DE 1628.
Pero tan sobrecogedor, sin duda, es que todo lleva abandonado más de medio siglo, a merced del que quiera entrar a “pintarrajear”, a vandalizar semejante obra singular que pertenece a la corriente artística de los esgrafiados bejaranos y trujillanos (como ha estudiado, entre otros, Roberto Domínguez Blanca) y de los que no hay ejemplos parecidos en otro lugar.
Buena ruta, por tanto, para hacer. Buen patrimonio artístico para contemplar, admirar y… lamentar. Y también para exigir que se cuide y ponga dignamente a disposición de todos, como apreciable tesoro de nuestras tierras fronterizas, tan ricas en ello y tantas veces ignorados.