Cuando vas acercándote a Redondo -desde Alandroal o Vila Viçosa al este, o Évora al oeste- ya ves en lo alto los restos de su castillo medieval, su torre del homenaje, que te guía hasta la base del promontorio en que se enclava.
La construcción del castillo tiene sus inicios en el reinado de D. Dinis, por el año 1319, aunque algunos investigadores discuten la fecha y la sitúan algunos años más tarde. El reducto es de modestas dimensiones, de planta ovalada, recorrido de suroeste a noreste por la Rua do Castelo, muy armoniosa y con varias puertas de casas enmarcadas por arcos góticos; a ella entramos por la Puerta del Sol (o del Postigo, que tiene al medio) en el ángulo poniente y salimos por la Puerta de Ravessa (localismo que significa “del promontorio”, “del montículo”) en el ángulo naciente. Al norte y al sur del trazado, quedan dos airosos torreones con amplia vista al territorio circundante.
En este pequeño espacio medieval destaca, en medio de su hermoso caserío, una interesante “olaría” (taller alfarero: el concelho tiene los más afamados talleres “de barro” de la región, y en el cercano Convento de Santo António da Piedade hay un Museo monográfico sobre esta artesanía) y una sorprendente Enoteca -local donde se sirve vino con pan alentejano, queso, embutidos y jamón de la zona-, instalada en un antiguo granero público del siglo XVII, admirablemente restaurado.
Una vez recorrido este recinto, merece bajar por su caserío, de fachadas impolutas, blancas ribeteadas de añil, desde la inmediata Praça de D. Dinis (en la que se encuentra la Igreja Matriz, barroca, de finales del siglo XVI) hasta la Praça da República, en que se alza el monumental Palacio Municipal, y muy cerca el Museo Regional del Vino: no en vano Redondo es uno de los enclaves más apreciados del reputado vino alentejano.
Tiendas de artesanía, restaurantes de cartas y ambientación regionales, placitas, trama urbana de trazo rectilíneo, aunque tendiendo a embolsarse hacia el sur, hacia esta Praça da República, diáfana, hermosa y amplia, jalonan el recorrido
Y a cada dos años, en los impares, como ocurre ahora del día 1 al 9 de agosto, se desarrolla en este espacio y sus alrededores la fiesta de las “Ruas Floridas”, que ahora cumple su XIV edición.
Más de quince toneladas de papel y más de noventa toneladas de madera y varias también de cola de pegar fueron utilizadas para engalanar cuarenta y una calles, en un trabajo realizado por la propia población, con una dedicación voluntarista admirable.
Cada una de las calles recrea un motivo diferente, que van desde los más locales: Tapetes de Arraiolos, a los regionales: el Plato Alentejano, los nacionales: Sardinas Portuguesas, o de otras partes del mundo: Patio Sevillano, motivos de Marruecos, así como recreación de cuentos, leyendas, tradiciones, oficios, costumbres, vestimentas, paisajes, etc.
Toda una explosión de luces, colores, formas, en que el papel, el cartón, la madera, sabiamente combinados, ensamblados, pegados, obran el milagro de trasladarnos desde un mundo fantástico a una realidad interpretada con acierto, cubriendo suelos, paredes, elevándose por encima de nuestras cabezas, cubriendo fachadas, calles, plazas…
Completan el variado espectáculo vital continuas actuaciones musicales y la oferta variada de bares, restaurantes, parrilladas al aire libre, muestras de artesanía, con que atraer a un público que trasciende cada vez más lo local y regional, para adquirir importancia nacional y transfronteriza.
¡Magnífica explosión de luz y de color en una población cuyo patrimonio urbano ya de por sí es un atractivo suficiente! Buen lugar para disfrutar de algo ciertamente original, que dentro de unas semanas tendrá otra versión, otra prueba de imaginación y calidad en un punto cercano: las Festa do Povo de Campo Maior, que este año (la periodicidad la decide el propio pueblo campomaiorense) tendrán lugar entre el 22 y el 30 de agosto, y a la que deberemos prestar la atención que se merece.