El héroe camina esquivando los puñales que le lanza su archienemigo que tiene una puntería excepcional pero cuando se trata de su archienemigo, o sea, del héroe, no acaba de acertar y siempre se le acaban los puñales o no ve un cruce y un repartidor en moto lo esquiva de mala manera o un coche le arrolla o le aplasta un pie o es una esquina o farola que se traga porque mientras camina de espaldas, como los cangrejos, va lanzando los puñales y no puede atender a nada más, aunque no acierta, ya digo, y se cansa pronto esta vez y su archienemigo, que es el héroe, en efecto, se despide con un hasta luego, y cuando gira para meterse en la boca del metro se permite una carcajada que ha tenido que aguantarse mientras caminaba esquivando los puñales que le arrojaba sin mucho tino su archienemigo, o sea, el malo, porque no quiere cabrearlo más de lo que ya está con lo de la falta de puntería y teme que le acierte a algún inocente, aunque el autobús parecía venírsele encima en el último vistazo a su archienemigo, que es un malo de verdad, no una imitación, y que sepa el héroe, ojos en la espalda puede asegurar que no tenía la última vez que se enfrentaron.