No sabría decirte. Si quieres puedes preguntármelo de otro modo. Dudo que sirva, insisto, pero, a veces, un cambio de perspectiva o una vuelta de tuerca al asunto ofrece detalles insospechados que a uno se le escaparon en una primera batida. Te digo, por supuesto, lo que sé, y no te oculto nada. Somos amigos. Sería absurdo que te intentase dar gato por liebre. Probablemente, lo notarías. Sí, digo probablemente, oyes bien, porque la carne de gato depende mucho de cómo la hagas. Esta sería una buena historia. El caso es que no te voy a engañar a estas alturas. Y si me preguntas, yo te contesto. Con la verdad por delante, faltaría más. O a lo mejor lo que quieres es que te diga lo que quieres oír. Pero yo no puedo hacer eso. Faltaría a la verdad de los hechos. Te diría cosas que no sucedieron y te estaría mintiendo. Ya te he dicho que no quiero ocultarte nada. Por nada del mundo pondría en peligro nuestra amistad. Tienes que saber que todo lo que te he contado es la pura verdad. No hay necesidad de dar más detalles. Que es lo que tú me estás pidiendo. Y es que no hay más que contar. No existen esos detalles. Puedo inventármelos, cierto, pero, como ya sabes, no soy buen fabulista. Los hechos son los que son. Punto. Puedes preguntármelo de otro modo, dar un rodeo, volver al punto de partida, exponerlo de otro modo, objetar por pasiva y por activa, cavilar los pros y los contras, ya sabes que te escucho. Pregunta lo que quieras.