[A Manos de Topo]
Es feo que me hagas esto. Es feo que me prometas una cosa y al darme la vuelta estés defendiendo la contraria. Es feo que te dejes contaminar así por comentarios intencionados. Es feo que me llames a casa cuando sabes que no estoy. Es feo que te pueda ver por la ventana corriendo de un lado a otro de la calle. Es feo que no digas nada ahora. Es feo callarse. Es feo. Por eso te pido que te lleves tus tubos de ensayo, tu nevera de muestras, tus planos y tu rotring, tus lápices de colores, tus probetas, tus intentos, a veces desalmados, de hacerme tu Frankenstein particular. Es feo, ya digo, que te atrevas a llamar a mi puerta. Nada más que eso, llamar a mi puerta. Es feo que te abra y te quedes callado, mirando tus impecables deportivas de no hacer nada. Es feo no hacer nada. Es feo que te estés derrumbando y que no te importe que la avalancha me sepulte. Es feo tenerte que decir estas cosas. Es feo rebuscar en los cajones, encontrar lo que buscas y no decir nada. Es feo que te vea cada mañana y que no me saludes. Es feo que al llegar a casa tampoco digas nada. Es feo que te calles. Es feo guardarse lo que sabes. Es feo proteger el silencio mientras el eco de lo que sospecho grita en mi cabeza. Es feo que no digas nada y yo lo diga todo. Es feo tenerte aquí delante y no poder convencerte de que hables. Es feo intentarlo. Es feo suplicar. Es feo repetirse. Es feo no decirlo. Es feo, sí, y necesario.