El mando intermedio concede a su subordinado el comodín de la duda. Luego llama a su casa para ver si su mujer le puede confirmar lo que acaba de decirle su subordinado. La mujer no dice ni que sí ni que no. El mando intermedio le pide que sea más concreta. Ni lo uno ni lo otro, sentencia la mujer. Así que el mando intermedio le aconseja a su subordinado que utilice el comodín del público. Una vez sumados todos los resultados de los pulsadores, obtiene un resultado que no admite discusión. El noventa y nueve como treinta y siete por ciento corrobora lo que le ha dicho su mujer. Claro que hubiera sido unánime el resultado si el mando superior no se hubiera empeñado en asistir de público vestido de incógnito, por aquello de la experiencia directa y el cambio de perspectiva para vigilar a sus subordinados, y hubiese pulsado el botón verde, el verde, el verde, el verde…