El niño cogió la cámara y la caña de pescar y se fue a la calle.
Podría hacer fotos pero pescar no.
Ni un río cerca ni un charco decente al que ir.
El niño se lamentó.
Al salir de casa ya sabía que no podría pescar así que hizo algunas fotos.
Una enredadera que se lamentaba.
Una baldosa gastada y triste.
Un corcho con ojeras tirado al lado de bolsas del supermercado que miraban esquivas hacia otra parte.
Una tiza abandonada sobre una rayuela monstruosa.
Observó su sombra, los zapatos que corrían sin él.
A lo mejor estarse quietecito en casa hubiese sido mejor idea.