Respira aliviado cuando le comunican por megafonía que los resultados de sus análisis han dado negativo y que ya puede irse a casa a descansar tras el infarto que casi le había dado cuando descubrió al ir a entregar la muestra que tenía que dársela a una de sus muchas conquistas, que le puso una cara que él ya conocía muy bien y de la que se acordaba muchas veces en la soledad de la oficina cuando la luz del atardecer descendía sobre el horizonte y las demandas por paternidad que atiborraban su escritorio se iban ocultando lentamente, mansamente, cansinamente.