Resuelto el caso del hombre que murió decapitado cuando intentaba huir por el ojo de buey del restaurante donde había pedido dorada a la sal con la esperanza de que costara menos que las cocochas de bacalao en salsa verde que pidió la caprichosa con la que se veía, el inspector se enfrenta a la repentina desaparición de la mujer que, acompañada de su delfín de plástico, buceaba en la bañera con marejada en alta mar.
El caso de la mujer desaparecida aún no le obsesiona pues en su domicilio conyugal el inspector sabe que tendrá que lidiar con la desagradable certeza de que su esposa le pone los cuernos y que, por cierto, ni quiere ni sabe cómo decirle que tiene un amante, aunque ya todo ha terminado y quiere que la perdone. El amante ha resultado ser un maleducado que ayer la dejó plantada en un restaurante de postín y tuvo que pagar la cuenta ella misma al ver que no volvía del aseo ni daba señales de vida en su apartamento, en el que ha llegado misteriosamente una mujer acompañada de un delfín de plástico al romperse la tubería del fregadero. Una gata color azabache que descansaba al sol encima de unos desgastados pantalones de pana le ha bufado al delfín y luego se ha alejado indiferente.