>

Blogs

Marcos Ripalda

De subir a la montaña me canso

La infantería siempre vuelve a por más

Me he cansado de subir a la montaña. Y no es una sola montaña, sino muchas. Está la montaña tiempo, la montaña desinterés, la montaña posible lector, la montaña compromiso, la montaña hasta aquí, la montaña punto y aparte. Como el lector habitual sabrá, suelo hablar de unas cosas para decir otras. Y eso es precisamente lo que estoy haciendo ahora.
Si escribo que el hombre con la cara manchada de tiza no sabe escribir su nombre o que la mujer con la peluca que parece confeti no sabe lo ridícula que está, probablemente es un comienzo que invitará al lector a continuar leyendo. Sin embargo, si escribo que el niño con los calcetines de su equipo favorito no sabe tararear el himno nacional o que la abuela con una pérdida de audición del copón no sabe si le están hablando a ella o a su marido muerto medio siglo atrás, la invitación que se le hace al lector es aún más sugerente, pero se corre el peligro de querer ser demasiado original, de epatar, un defecto al que nos tienen acostumbrados los escritores principiantes y muchos consagrados. Así que si escribo que el hombre que se asemeja a mí no sabe cómo deshacerse de su mala suerte, estoy seguro de que muchos lectores (entiéndase “mucho” como “unos cuantos”) van a salir escopetados y otros, los menos, les va a picar allá donde reside la curiosidad. Para estos últimos escribo mi entrada final en este blog.

La diferencia entre ser y parecer

El hombre que se asemeja a mí no sabe cómo deshacerse de su mala suerte y mira que lo ha probado todo. Ha viajado a pueblos alejados de la mano de Dios, se ha pulido sus ahorros en amuletos y exorcismos, ha convivido con una tribu que le impidió lavarse como es debido durante seis meses, ha hincado el diente a incomibles mejunges de nombres impronunciables en su idioma, se ha tatuado ranas, culebras y un sinfín de arbustos sagrados en la espalda y en los glúteos, se ha alejado de la fogosa carnalidad para vivir en el más miserable celibato y ni siquiera ha conseguido tener un pellizo de buena suerte. Así que el hombre que se asemeja a mí y que no sabe cómo demonios deshacerse de su mala suerte recurre a mí, al hombre que se asemeja a él y que tiene algunas veces suerte y otras no, para que le explique cómo hacer para no tener siempre mala suerte. Y, por supuesto, acabo con su sufrimiento diciéndole que vuelva mañana. Descubro, entonces, sin asombro, que me abandona mi sombra, como en aquel cuento de Joaquín Mattos Omar donde un hombre pierde su sombra en un incendio, y hasta me alegro un poco, qué duda cabe.

Temas

Responsable de Diseño en el Diario Hoy de Extremadura desde 2012. Escritor de relatos breves donde aplico la máxima de la Escuela Postirónica: "Hablar de unas cosas para decir otras" . Soy consciente de mi ignorancia.

Sobre el autor

MARCOS RIPALDA es licenciado en Periodismo, diseñador gráfico y cuentista postirónico, término que él mismo acuñó con el beneplácito de su madre. Actualmente es el responsable de Diseño del diario HOY. CARMURA LENTEJA es ilustradora.


febrero 2013
MTWTFSS
    123
45678910
11121314151617
18192021222324
25262728