El deportista moldavo de élite se casa con la mesonera romana y tienen un hijo que a temprana edad destaca en el colegio bilingüe y de mayor se hace espeleólogo matemático lunar, aunque tiene que conformarse en la práctica con maquetas a escala de zonas de la Luna que nunca visitará, mientras se entretiene con sustitutos minerales y tierra de playa pigmentada y, pese a que esta situación le frustra cada día más, no dice nada. Cuando vuelve a casa con su mujer, la secuestradora mejicana, y se encuentra con un nuevo rehén, más guapo y musculado que el anterior, empieza a sospechar y se acuerda de los comentarios de sus amigos de laboratorio acerca de que a ella, a su mujer, a la secuestradora mejicana, sí que la llevan a la luna cada noche, y el espeleólogo matemático lunar hace sus cuentas y concluye que su vida es una farsa aunque la variable paciencia tienda a infinito.