Mark Oliver Everett salió de su habitación un día lluvioso y compró el periódico. Volvió a su habitación y decidió componer una canción. Se fijo en un titular, algo de unas cajas y unas nueces en un día lluvioso. No le salió nada. Era fácil que no le viniese la música. Era un día lluvioso. Acababa de terminar un disco. Cuando no es el momento no es el momento. No se puede. Ninguno de los secretos acudía a él, secretos que con tanto esmero él había acumulado lloviese o no. Mark Oliver Everett estaba en casa, confiado en que las medias de ella volverían al cajón de su habitación y con ellas el deseo de estar solo de nuevo y a la deriva.