“Tómatelo con calma
si hay luz
ya te
encontrará.”
(Charles Bukowski)
Pegar la hebra, decidirse por todo un poco y luego nada, acumular las riquezas del vecino, probar a gastar la suela al caminar, voltear una maceta que estaba pocha, argumentar los descansos con raciones de apio fresco, lamentarse cuando el orgullo nos mete un gol, encestar a cuatro manos el pijama, decorar aquel libro infantil con garabatos de viejo, ratificar el acuerdo con el hombre que poda bonsáis, encontrar el concepto, maldecirlo, acabarse la cena y desayunar por lo que pueda pasar, retozar orgulloso en el lodo, proponer dosieres infumables en reuniones de por sí tediosas, pagar a la ninfómana para que cuide a tu hijo adolescente, enhebrar la aguja que marca el norte, solicitar asilo en la propia vivienda de protección oficial, acudir al médico dos veces por semana y decirle siempre que estamos ya mejor, fabricar lápices de colores con la sangre real, recuperar el tiempo perdido tumbado en el sofá, poner en entredicho lo que decíamos ayer mismo, aprender a tocar la flauta travesera, estabilizar el satélite alargando la mano siempre que el cielo esté limpio, decorar la caseta del perro de modo que no quiera volver a entrar, llevarle siempre la contraria al cuñado, amnistiar a un puercoespín que nos resulte mono, acudir a urgencias al grito de libertad para el gallo Kiriko, aparentar fiebre cuando te disparan en el corazón, cometer alguna atrocidad como deshojar una margarita, reventar a pedradas los vidrios de la escuela, rellenar el impreso de inscripción con tinta de limón, hervir una papaya en los mocasines de un gigante, rescatar al enemigo para que podáis seguir batallando por el amor de quien no os corresponde, mezclar diminutivos y gerundios en la misma frase, parafrasear a Wittgenstein si tienes huevos, no pasan más cosas porque Dios no quiere, y el caso es que el gaitero ya siente que le falta el aire cuando sopla.