Martín pensó que aquel parque era tan bueno como cualquier otro. No es que tuviera preferencias en cuanto a parques, tan solo era que exigía poco y con poco se conformaba. Porque era verdad que Martín nunca lo había probado. Ni siquiera en sus primeros cumpleaños había caído en la tentación. Hasta el día de hoy Martín había sido un conformista.
Las lianas gruesas y húmedas que sujetaban el asiento se balanceaban bajo la lluvia fina. Martín miró a su alrededor. Ni rastro de niños ni de padres esforzándose por disfrutar. Su abuelo lo había llevado alguna vez. Eso lo recordaba. El desarrollo motor de los niños es fascinante, le había dicho su abuelo.
Martín esperó un rato y lo paró. Con la manga del chubasquero secó el asiento. Uno de los factores que favorecen el desarrollo motor del niño es la motivación por el movimiento y por las actividades que generan estimulación vestibular, es decir, por aquellos juegos en los que se producen desplazamientos y aceleraciones en el espacio. Esto explica por qué a los niños les gusta columpiarse. A su abuelo le gustaban los libros que explicaban cómo hacerlo y sus ventajas respecto a otros juegos.
Martín se sentó. Los cambios de postura en el espacio los utiliza el niño por sí mismo en los columpios para experimentar sensaciones intensas. Dependiendo de su intensidad genera emociones muy diferentes. Separó un pie de la tierra y con el otro se impulsó echando el cuerpo ligeramente hacia atrás. Al bajarse del columpio trastabilló un poco. Los años no habían pasado en vano. Martín lo sabía. Lo que durante mucho tiempo se interpretó como la utilización por parte del cerebro de una serie de palancas y fuerzas para lograr un objetivo, se considera en la actualidad como una dualidad cuerpo y mente que actúa de forma coordinada para lograr objetivos concretos.
Probó de nuevo. La fina lluvia ya le calaba el chubasuqero. Echó la cabeza hacia atrás. Penachos de nubes oscuras que se arracimaban sobre el parque y que probablemente cubrían ya toda la ciudad. Se impulsó con ambas piernas esta vez. El único aspecto que hay que tener en cuenta, aparte de la seguridad de los diferentes elementos, es que aumenta el nivel de alerta mental cuando son bruscos y rápidos. Cuando se mece, el niño experimenta la satisfacción de usar sus propios músculos para impulsarse en el aire, recordó Martín. Y también que mecerse más y más alto le permite al niño mostrarle a los otros lo que es capaz de hacer. A Martín, en cualquier caso, le pareció suficiente. Se conformaba con poco. Estuvo lloviendo toda la tarde y toda la noche.