SUERTE, COMPAÑEROS
Pizarra.
Atentos al coach.
Hoy toca un Emon de 12 minutos donde hay que meter cinco HSPU y seis thrusters.
Vamos a ello.
Que si el hombre sabe a lo que va, no va, palabrita del niño Jesús.
La barra mide al hombre, sopesa su interés, sus ganas, sus fuerzas. La barra que la levante su puta madre, piensa el hombre, aunque la inercia le hace ponerse a ello y la barra lo sabe, tiene memoria.
Hasta se ha apuntado un muchacho con evidentes carencias afectivas para recuperar tono muscular y volverse, con el tiempo, un calco de Thor o de He-man.
Pero antes, con esa rueda de tractor que veis a la entrada, dice el coach, vamos (vais) a hacer unos levantamientos, cuidado con la zona lumbar, espalda recta. Y para no enfriarnos, hacemos (hacéis) unos burpess como si no fuera a haber un mañana y este fuera el último día de vuestras miserables vidas.
Ya está en faena el hombre.
No cabe duda de que mañana no podrá andar y el cafetito de media mañana, probablemente, se lo van a tener que sujetar para que no se abrase los muslos al dejarlo caer. Ni con la cucharilla va a poder el pobre. Le va a costar hasta abrir la bolsita de azúcar, lo que yo les diga.
Mañana, si vuelve, al hombre le verán salir del gimnasio-taller con un balón de nuevos kilos al hombro, y algún viandante pensará, probablemente, que sale de una fábrica de tarados, que qué necesidad hay de correr con un balón que parece que pesa lo suyo, oiga. Que se va a torcer el cuello, hombre, grita la del segundo derecha, que se rompe, chacho. Y así.