Queríamos abrir la exclusa y sacarla de aquella maqueta a escala de la estación Dharma pero como se sentía bien en su papel de ‘lostie’ la dejamos estar por un periodo indeterminado sin que peligrase su vida, o sea, 336 horas o 14 días, lo mismo da, que era el tiempo estimado que tardaría en quedarse sin sus barritas energéticas y sus batidos de proteínas y un largo etcétera de porquerías sin gluten y cacao sin cacao.
Con lo que no contábamos era con su determinación. Le advertimos que no podría estar allí dentro más tiempo del previsto. Que la biología y su estómago harían el resto. Obviamente, nos equivocamos. Olvidamos restar el aporte anímico que supondría la compañía del perro o, llegado el caso, su ingestión.