La hermana no reconocida de Caperucita Roja se mete en la casa del lobo y lo infla a hostias. Cuando se va, le advierte que volverá. El lobo hace bien en marcharse al día siguiente. No se fía. Lo mismo la niña vuelve y todo. Se despide de su vecino conejo y le deja una llave a su amigo tritón que tiene buena mano con las azaleas. En la despensa, dos ratas de cuento juegan al tute sin interés, mientras el lobo, echando un último vistazo a la estancia, cierra la puerta.