Qué comienzo más desafortunado.
La niña se subió, saltó, giró, escupió, pataleó, maldijo, rehusó ayuda profesional, le dio un cabezazo al entrenador, redujo la velocidad por debajo de los límites aconsejados, reprodujo en una casete de mercadillo “Los Mejores Chistes. Volumen 8”, recortó los monigotes por la línea de puntos, cambió las luces de freno con un destornillador de estrella, arrampló con las conservas de tomate de la tía Eulalia, conquistó el Everest a pesar de que los sherpas la dejaron tirada cuando su pie izquierdo alcanzaba la línea de los 7.645 metros de altura, repelió lo que creyó una invasión extraterrestre con un aerosol de Vicks VapoRub, capturó un atún con la cañita de un playmobil ciclista tuneado para parecer un pescador noruego y, pese a su confianza en Newton, no pudo evitar que la tostada cayese por el lado de la mantequilla.