Necesito un descanso entre calada y calada. No puedo ponerme a fumar cada vez que entro en un bar, así que estoy deseando estar en la calle, aunque me vendría bien un café.
Porque esto de que haya que encenderse un cigarrillo cada vez que entramos en un espacio cubierto lo permite la autoridad y hasta lo fomenta. El alcalde, de hecho, quiere que también en los parques sea obligatorio encenderse un pitillo. Hasta ha propuesto zonas acondicionadas con toldos y cierres herméticos que hagan “plenamente satisfactoria la experiencia”. Y lo ha dicho con esas mismas palabras en la Comisión de Sanidad, Urbanismo y demás Zarandajas.
A esto, por supuesto, no se le ocurre llamarlo despilfarro.
Los días que no llueve le digo a mi marido que no pienso seguir viendo la tele por entre la nube de tabaco de picadura y me acuesto en la terraza.
A lo mejor un rayo y hasta aquí que viví.
Pero seguro que me caga una paloma.
Por cierto, está terminantemente prohibido pegarles una pedrada (a las palomas). La multa es de aúpa debido al creciente afán recaudatorio del nuevo ejecutivo.