Los frecuentes ataques a su personalidad pública le han llevado a intercambiarla por su personalidad privada. Así que lleva días paséandose en gayumbos por el castillo convertido en vivienda habitual y rascándose la entrepierna sin miramientos a la vez que dicta a su secretaria informes favorables sobre la invasión de ese país árabe (alto secreto stop) en el que tan estupendamente lo pasó en compañía del primer ministro y un séquito de mujeres de buen ver gratuitas que le aliviaron sus frecuentes jaquecas durante tres días y tres noches (alto secreto stop), mientras las decisiones importantes sobre el desarme nuclear las asumía un taquígrafo del cuerpo diplomático (alto secreto stop) que pasaba por allí y del que nunca más se supo. El cambio de personalidad, todo hay que decirlo, ha sido para bien, para el bien común, se entiende.