El melonar ha resultado ser un terreno pedregoso en el que crecen unos hombres diminutos de color azul pitufo que a todas luces son pitufos porque parecen pitufos y pitufos son. Sin embargo, el consistorio ha decidido por unanimidad que a los hombres diminutos de color pitufo en vez de llamarlos pitufos se les aplique el calificativo de ‘azulines’ porque temen que con el dichoso copyright o algo similar les pongan una multa de aúpa. Así de cuidadosos son en este consistorio. Por supuesto, Peyo, el dibujante belga que creó a los pitufos en 1958, jamas tendrá noticia de este hecho, por lo que nunca emprenderá acciones legales al respecto. Tampoco podrá, por cierto, desmentir ante sus editores que los pitufos existen de verdad, y que el viaje de ácido que tuvo en aquellos montes donde se perdió no menoscabó en absoluto sus facultades mentales como desde entonces cree su madre, y de ahí no hay quien la baje a la señora.