La chocita, antes tan querida, le parece ahora al leñador vacía sin su Caperucita. Pues tendrás que acostumbrarte, se dice a sí mismo el leñador. Y en estas está cuando alguien llama a la puerta. No, no es Caperucita, sino su abuela. Qué querrá ésta ahora, se pregunta. La abuela le propone al leñador que utilice su casa para encontrarse con Caperucita siempre que él quiera, pero con la condición de que se de un revolconcito con ella de vez en cuando. El leñador le dice a la abuela que pase, que el trato no le parece mal, todo sea por estar con Caperucita.
Han pasado algunas semanas y el leñador está contento de ver a Caperucita cada día. Pero no soporta las exigencias de la vieja. Qué obsesión la de esta mujer, se dice, de hoy no pasa que le diga que se acabó lo de hacer doblete.
Así que el leñador habla esa misma tarde con la abuela y le pone las cosas claras, pero la abuela le amenaza con contarle todo a la madre de Caperucita. El leñador decide asesinar a la abuela en el acto y de un hachazo la deja tiesa. Se deshace del cuerpo hundiéndolo en el río.
Como todas las tardes, Caperucita va a visitar a su abuela con la excusa de que está pachucha. La madre, que se viene oliendo el engaño, decide que al caer la tarde se presentará en casa de la abuela. Cuando Caperucita entra en la casa, el leñador está tomando su habitual vaso de leche con galletas. Caperucita abraza al leñador de sus ojos y se van a la cama. El leñador le confiesa que ha matado a su abuela porque le había amenazado con contárselo a su mamá. Al principio Caperucita no puede creer lo que oye, pero como la abuela no aparece en toda la tarde, tiene que rendirse a la evidencia de los hechos.
La madre de Caperucita, escondida detrás de unos matorrales, espía la conversación entre el leñador y su hija. No te preocupes, le dice el leñador a Caperucita, sólo tienes que decirle a tú mamá que estuviste esperando a la abuela toda la tarde y que no apareció. La madre, temiendo lo peor, no puede resistirlo y se abalanza sobre el leñador, le da golpecitos en el pecho y llora. El leñador trata de calmarla, pero la madre le grita que es un asesino, que va a llamar a la benemérita ahora mismo. Caperucita, en un acto desesperado, agarra el hacha del leñador y golpea una y otra vez a su madre.
Caperucita vive ahora en la casa de la abuela porque es más espaciosa. Ha recibido hace poco una carta del lobo. Por lo visto está bien. Dice que sólo encontró dos cuerpos de mujer mientras paseaba cerca del río. Del leñador ni rastro. Caperucita piensa escribirle esta misma noche.
[Este relato se publicó originalmente en plataforma21.com. Algunos fragmentos ha sido modificados con la intención de mejorar el original.]