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Marcos Ripalda

De subir a la montaña me canso

Interior. Día. Habitación

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

A la extraterrestre de Pío XII

Ayer me senté en el estudio para recordar aquella tarde en casa de tus padres. Estabas asustada y yo ausente. Qué importa ya. Lo cierto es que la visión de tu cuerpo desnudo en la habitación acabó con todas mis esperanzas.
Probablemente fue cuando todo se precipitó.
La realidad se convirtió en un inmenso cinematógrafo. Para ti las escenas que compartíamos se alargaban una eternidad, pero yo tenía que esforzarme por unir aquellos fragmentos en los que tú y yo parecíamos felices.
Y acabé comprando aquella cámara, un viejo trasto de 16 mm que me vendieron en el rastro.
Así que ahora tus manos se hacen cada vez más pequeñas, invisibles, se acercan al borde de la pantalla; giro la rueda, detengo tu rostro en una sonrisa, la sonrisa se multiplica, va haciéndose grotesca; hago desaparecer mi voz, nuestra canción va creciendo hasta hacerse insoportable.
Cintas de vídeo en cualquier rincón de la casa. Tomo una al azar, la observo durante horas; en el cajón del escritorio descubro un prendedor para el pelo sin rastro de tu perfume.
Me encantan esos fragmentos de película en los que estás tomando yogur; en la comisura de tus labios imagino que me derramo, mientras me sorprendo de no haber sentido nada.
Comprendo, de pronto, que ése es el final que he buscado durante semanas, pero ¿dónde está el resto, el principio, la náusea? Subo las escaleras poseído por la emoción de lo que aún está por llegar, en busca de las imágenes de la casa, de la playa; encuentro cientos de fotografías recortadas, imágenes muertas que reducen el mundo y lo convierten en algo minúsculo que durante dos años fue tan sólo un espejismo. El pasado no es mejor ahora que lo observo. En realidad hay algo triste en una fotografía: volver a ver la vida muerta, las cosas allí dentro, como congeladas, sin poder cambiar la disposición de los objetos, obligado a reconocer que anticiparse al naufragio de los sentimientos es imposible.
Recorrer tu habitación es abandonar la mirada sobre los estantes llenos de libros y de fotografías. Reconozco ese vestido, el pelo lacio sobre los hombros, el perfil del amor; las manos, de nuevo, que ahora dejan caer los objetos que una vez tuvieron vida.
Supongo que es suficiente para empezar. Sólo temo que me asalte la duda, que lo hará en breve. ¿Cómo resumir lo que sentimos cuando apenas lo recordamos? Puede que en las elipsis de la memoria, aunque no creo que llegue tan lejos.
Encerrado en esta habitación, mi refugio, te buscaré para perderte para siempre de nuevo. Desde este momento, el objetivo de la cámara serán mis ojos; tu recuerdo, el negativo en que se convierte el propio cuerpo. Sí, mi amor, serás una película infinita que conservaré hasta el día de mi muerte. Tal vez este perderte para siempre sea un viaje hacia la posibilidad de que la felicidad se halle encerrada entre los barrotes del recuerdo.
Por supuesto, quiero que cada corte, cada fundido sea el comienzo de algo. Pero es muy difícil cuando ya no se siente la emoción del instante.

Responsable de Diseño en el Diario Hoy de Extremadura desde 2012. Escritor de relatos breves donde aplico la máxima de la Escuela Postirónica: "Hablar de unas cosas para decir otras" . Soy consciente de mi ignorancia.

Sobre el autor

MARCOS RIPALDA es licenciado en Periodismo, diseñador gráfico y cuentista postirónico, término que él mismo acuñó con el beneplácito de su madre. Actualmente es el responsable de Diseño del diario HOY. CARMURA LENTEJA es ilustradora.


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