La pensadora nacida en la ciudad de Nueva York, recientemente galardonada con el Premio Príncipe de Asturias, no da precisamente la imagen clásica de un filósofo. Elegante, rubia, sonriente, y mujer, su figura se aleja de los estereotipos que han caracterizado a los filósofos a lo largo de la historia. Autora de más de 16 libros sobre filosofía griega y latina, sobre filosofía política o sobre los derechos de las mujeres y la igualdad entre las personas, además de cantante aficionada, esta pensadora aboga por la defensa de las enseñanzas humanísticas en la educación como un camino diferente para construir una sociedad más democrática, más centrada en la ética y en los valores que han conformado nuestro mundo actual, en vez de seguir por la senda de la educación en rentabilidad económica, en productividad y en beneficios a cualquier precio, incluso a costa de sacrificar los derechos y las libertades de las personas.
Martha Craven Nussbaum nació en la ciudad de Nueva York en 1947. Hija de un abogado y una decoradora de interiores, su educación se desarrolló en un ambiente que ella misma llegó a calificar de elitista y snob, aunque su decisión de luchar contra las desigualdades nació como una reacción a ese ambiente y de sus experiencia viviendo con una familia obrera en Swansea, en el sur de Gales, con motivo de un viaje de intercambio de estudiantes.
Su aspiración inicial, sin embargo, no fue la filosofía o el derecho, sino que lo que ella quería era ser actriz, e ingresó en la Universidad de Nueva York para realizar los estudios de Clásicas y Arte Dramático, y durante dos años se dedicó a la interpretación, experiencia que le sirvió para conocer mundo, a grupos amplios de personas y, al mismo tiempo, le sirvió para explorar sus emociones.
Continuó sus estudios en la Universidad de Harvard, lugar en el que descubrió su pasión por la filosofía, especialidad en la que se doctoró a mediados de los años setenta.
A partir de 1986 trabajó con Amartya Sen, filósofo y economista bengalí al que le fue concedido el Premio Nobel de Economía en 1998, en temas de desarrollo y ética. Fruto de esta cooperación fue la obra La calidad de vida, en la que filósofos, sociólogos, médicos y economistas de distintas nacionalidades confrontan ideas con el objeto de replantear el concepto de desarrollo y proporcionar un enfoque diferente para medir el desarrollo de un país, en el que se incorpore, además del ingreso de la población, otro conjunto de factores, tales como la educación, la seguridad, la salud o la descentralización. En esta tarea, Martha C. Nussbaum se ocupó del aspecto filosófico desde una perspectiva aristotélica, y la experiencia le hizo tomar conciencia de los problemas de las desigualdades en el mundo.
En su libro Crear capacidades. Propuestas para el desarrollo humano, publicado en Paidós, hace un análisis del desarrollo social y económico teniendo en cuenta los medios que pone un estado al alcance de sus ciudadanos con el objeto de que desarrollen sus capacidades, y que ella resume en un decálogo en el que, según ella, lo que mediría el verdadero desarrollo sería el que la gente disfrutara del derecho a la vida, a la salud y a la integridad física, o del derecho a poder usar “los sentidos, la imaginación, el pensamiento y el razonamiento de una forma verdaderamente humana”. El decálogo también incluye “el poder vivir una relación próxima y respetuosa con los animales, las plantas y el mundo real”.
Para Nussbaum, por otra parte, los estudios humanísticos son fundamentales en la forja de un sistema democrático saludable, porque “son materias que nos aportan información sobre el mundo en el que vivimos”. De entre materias humanísticas destaca la filosofía porque “tiene una capacidad única para producir una vida examinada, es una fuente de razonamientos y de intercambio de argumentos”, de lo que, sin duda, está necesitada la sociedad actual y la clase política, más dada a las invectivas que a los argumentos. Dado el panorama actual, “necesitamos de la filosofía con la misma urgencia que la Atenas de Sócrates”, ha dicho en declaraciones recientes a la prensa.
Por Joaquín Paredes Solís