Casi todo el mundo parece partidario de que es bueno actuar según el sentido común. Recuerdo haber aprendido de estudiante: “El común sentir de la humanidad es criterio de verdad”. Y me parece acertado, con tal que dicho sentir se produzca en las condiciones adecuadas, o sea, consciente y libremente.
Pero ¿qué es el sentido común? ¿Lo que uno cree o lo que piensan también los demás (todos)? ¿Basta con pensarlo subjetivamente –suposición propia- o hay que observar y preguntar?
Nuestro actual presidente el Gobierno, Sr. Rajoy, suele recurrir, con mucha frecuencia, al ‘sentido común’ y a la ‘sensatez’, y lo hace ‘como Dios manda’, tanto cuando tiene el respaldo mayoritario de las urnas como cuando estaba en la oposición.
También el Sr. Aznar solía apoyar las decisiones que iba a tomar en la expresión ‘como es natural’.
Ambos prescinden de reparar en que pocos conceptos son tan diluidos como lo ‘natural’ o el ‘común sentir’, sobre todo, cuando se dicen simplemente como muletilla. A veces, ciertas formas de liderazgo animan a pensar que debe de ser ‘común’ el deseo o capricho propio, de modo que suponen, sin preguntar, que todos los demás, pensarán lo mismo que ellos, si son ‘normales’.
Pero lo primero que tiene que hacer el defensor del sentido común es intentar situarse ‘mentalmente’ en el lugar del otro. Y, después, luchar por comprobar hasta qué punto ha logrado tal situación, hablando con todos cuantos pueda, si son (o pueden llegar a ser) sujetos de interés en el asunto, ya que es esto precisamente lo que aquí significa ‘otro’.
En todo caso, sólo se puede saber lo que el otro ‘siente’ si lo manifiesta, y si tal manifestación es captada por alguien más.
Por otra parte, creo que procede recordar que, tanto los sentimientos, como los pensamientos, son cambiantes, no son inmutables, y que se puede aprender a criticarlos, a valorarlos y a cambiarlos, si parece oportuno.
Como toda actividad humana, el sentido común puede dejar de serlo y, lo que todavía no es, puede llegar a serlo, por eso vale la pena aprender (salir de la ignorancia), para saber cambiar de actitud y de acción.
Si la gente opina sobre lo que razonablemente sabe, el pensamiento de gran mayoría será lo más razonable, mientras que alguien no demuestre otra cosa, lo que ha sucedido repetidamente a lo largo de toda la historia, gracias a muchos científicos.
Baste recordar, como ejemplo, la sustitución del ’evidente’ geocentrismo, por el ‘extraño’ heliocentrismo. Pero en relación con los valores, la cuestión es algo más sencilla. Porque es razonable esperar que la gran mayoría de las personas considere mejor la amistad que el odio en las relaciones humanas, y esto lo puede inferir cualquiera que sea capaz de analizar la propia experiencia y observar la de aquellos con quienes comparte su vida, si además sabe rechazar al agorero que aconseja: ‘piensa mal y acertarás’.
Por Juan Verde Asorey