La honra, el honor, la honestidad no son puros sentimientos internos que a uno se le ocurren, o que uno se construye según su parecer o capricho. Como esos que cuentan, sin dar cuenta a nadie, que ‘tienen la conciencia muy tranquila‘.
Se trata, más bien, de la ‘buena’ fama, la basada en aquellas supuestas razones por las cuales se habla ‘bien’ de una persona, porque hace ‘bien’ su trabajo, o porque se comporta como le parece ‘bien’ a la sociedad a la que pertenece, según las costumbres y las leyes. Por tanto, la honradez viene de ‘fuera’, es la apreciación externa que de alguien tiene la ‘gente’. Por eso, cuando Ulpiano aconsejaba ‘honeste vivere‘ (‘vivir honestamente)’ lo que proponía es que cada persona se comportara de tal modo que la gente hablara bien de ella, porque daría la impresión de tener una ‘buena’ conducta, es decir, que se ajustaría a las reglas de las sociedad a la que pertenece. Por consiguiente, tiene poca lógica afirmar: “¡Soy una persona muy honrada!”.
Porque el ‘bien‘ siempre viene determinado por la costumbre de cada sociedad en el correspondiente momento de la historia. Cuando uno solo (o unos cuantos) impone su idea de bien a los demás, ya se sabe lo que sucede.
Sin embargo, en la sociedad actual, ciertos ‘personajes’ se consideran honrados sólo porque ellos lo creen así y exigen que los demás deben pensar como a ellos les parece ‘bien’: “Yo soy una persona honrada y tengo la conciencia muy tranquila”. Creen que eso es lo que la gente debe saber y pensar, aunque su conducta merezca muchas sospechas.
Hasta hace no mucho tiempo, en nuestro país (España) se consideraba que una mujer que perdía (?) la virginidad, perdía también con ella la ‘honra’, porque había dado motivos para que se hablara ‘mal’ de ella. Menos mal que ningún valor es eterno, y que el campo del chismorreo se ha ampliado.
La palabra latina ‘hónor‘ y la griega ‘áinos’, de las que provienen honor y honradez, se refieren siempre a la fama, la reputación, la alabanza. En consecuencia, la honradez es un modo de ser vistos, y no sólo un determinado deseo de cómo nos gustaría que nos vieran. La honradez no es una virtud subjetiva individual, de autoaprecio, sino la manifestación y el reconocimiento social de una vida virtuosa, es decir, de una vida que se aproxima a cómo debería ser, según los correspondientes valores éticos (de carácter general), al margen los gustos o intereses de ciertas personas o grupos.
Por Juan Verde Asorey