Como afirmó Descartes, “la duda es el principio de la sabiduría” (‘dubium sapientiae initium’). Es curioso descubrir que al autor del Discurso del método, con el que pretendía fundamentar el irrefutable discurso de la certeza, se le haya escapado esta sentencia tan humana, tan razonable y tan sensata.
La duda exige, al menos, disponer de dos opciones, de dos cosas o de dos posibilidades entre las que se pueda elegir. Quien utiliza un monóculo reduce la realidad al espacio circunscrito por ese agujero, y puede muy bien ver solo ‘una’ cosa, y, por tanto, no puede ‘dudar’.
La raíz indoeuropea ‘dwo-’ (dos) genera la palabra latina ‘duo’ (dos) de la que proviene duda. El latino ‘dubius’ (dudoso, incierto, indeciso) proviene del indoeuropeo ‘bheud’ (ser, existir) significa ‘estar entre dos’, o ‘ser dos’ (duo–est).
Los escépticos dicen que no podemos estar seguros de nada, ni siquiera de que dudamos o no sabemos, cuando pensamos que dudamos o no sabemos. Si siguiéramos su consejo, no podríamos hablar de duda, sino más bien de ‘plúrida’ o de ‘infinítida’, dado que estaríamos siempre a merced de la falta de límites, nos faltarían las definiciones.
Borges dijo que “la duda es uno de los nombres de la inteligencia”. Voltaire pensaba que “la ignorancia afirma o niega rotundamente; la ciencia duda”. Y Aristóteles ya había indicado que “el ignorante afirma; el sabio duda y reflexiona”.
Según la Lógica Clásica, de la duda se pueden seguir diferentes cosas, pero no se puede seguir ‘cualquier cosa’ o ‘todo’, mientras que de la nada, de la contradicción o del absurdo, se puede seguir lo que se quiera (“ex dubio sequitur varium; ex absurdo, nihilo vel contradictione sequitur quodlibet, omne”).
La duda es apertura; el absurdo, desmadre. Por poner un ejemplo, ¿por qué cualquier dictadura es un ‘absurdo’? Porque en ella se puede terminar afirmando y negando la misma realidad racional, si hace falta, o según convenga. Por ejemplo, se anulan las libertades generales en nombre de la libertad general (siendo ésta una quimera y aquellas, en cambio, reales). Lo que implica que ‘no hay libertades generales’ y, al mismo tiempo, ‘hay libertad general’. ¡Más o menos! ¿Por qué se consideran temibles los que teniendo poder no saben calcular el valor del diálogo (intercambio de pensamientos a través de la palabra.
Por Juan Verde Asorey