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Asociación de Filósofos Extremeños

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LÍMITES DEL CONOCIMIENTO

 

 

Yo sólo sé que no sé nada.”.

SÓCRATES (-470 a- 399. Filósofo griego.)

 

 

Saber que se sabe lo que se sabe y que no se sabe lo que no se sabe; he aquí el verdadero saber.”.

 

CONFUCIO (Filósofo chino. –551 a– 478)

 

COMENTARIO:

 

La afirmación socrática es probable que sea de las más conocidas y repetidas de nuestra cultura occidental, e ilustra la anécdota que se cuenta del amigo de Sócrates, Querefonte, que fue a consultar al oráculo de Delfos para preguntarle cuál era el hombre más sabio de Grecia. El oráculo le contestó, a su manera, que era Sócrates, y cuando Querefonte le comunica la respuesta a su amigo, éste inicia una indagación dialéctica por las calles y plazas de Atenas, investigación incómoda para muchos, con la finalidad de comprender el por qué de tal afirmación, y llega a la conclusión, después de dialogar con unos y con otros, de que él es el más sabio porque sabe que no sabe, y los demás no lo saben, no tienen conciencia de su ignorancia.

La afirmación del sabio chino, anterior a Sócrates, es muy parecida a la de éste y abunda sobre lo mismo, sobre los límites del conocimiento. Saber qué se sabe o qué no se sabe es crucial para poder avanzar en el conocimiento de la realidad y de uno mismo, que son objetivos primordiales de la filosofía.

Pero para la construcción de un conocimiento válido no basta la intuición o la mera ocurrencia, aunque puedan ser el detonante del proceso del pensar, sino que se necesita de la disciplina y del rigor, del método.

La búsqueda de las definiciones universales y la dialéctica fueron, en el caso del pensador ateniense, los elementos, según él indispensables, para poder levantar el edificio seguro del saber.

Tanto uno como otro pensador insistieron en las responsabilidades sociales y morales del hombre, quizás convencidos de la necesidad de organizar y estructurar de modo adecuado la convivencia y las relaciones entre los seres humanos en lo que ya se podía intuir que era el futuro: habitar las ciudades, que se iban perfilando como el modelo social idóneo para conseguir seguridad, bienestar, beneficios y conocimientos.

Los límites del saber y de la razón, sin embargo, nacieron con pretensión científica en la modernidad y en Occidente, sobre todo con el empirismo y su manera de entender el conocimiento como un camino que se inicia a través de los sentidos y de la observación, enemiga de todo innatismo y de toda idea que se crea ya presente en el alma humana o en la conciencia y que sea determinante de todo saber. Que nada hay en el entendimiento que no haya pasado antes por la sensibilidad, era la consigna de estos pensadores, que pusieron las bases de un conocimiento racional, científico y riguroso, enemigo de patrañas, falacias y cuentos teológicos y míticos que acompañaban al ser humano desde sus más tenebrosas cavernas de ignorancias y miedos ante lo que era o parecía inexplicable en aquellos momentos de oscuridad.

Tener claro lo que se sabe y lo que no, y aquello de lo que puede alcanzarse algún conocimiento o certeza y lo que es fruto de nuestras creencias, imaginación o fantasía, forma parte de la distinción entre diferentes discursos que forman parte de la creatividad humana. Distinguirlos y separarlos es garantía no sólo de la verdad de nuestras afirmaciones y descubrimientos, de su consolidación y también de su provisionalidad, sino de la claridad necesaria para entenderlos en su devenir y evitar así, en la medida de lo posible, la confusión y la mezcla de discursos, así como la neblina que muchos se empeñan en extender sobre ellos y que es caldo de cultivo de fantasmagorías, imprecisiones, falacias y todo tipo de afirmaciones y fanatismos que tienen que ver más con creencias, fantasías y deseos que con el verdadero conocimiento o con la búsqueda de las verdades verosímiles que dan sentido, o desvelan su sinsentido, al mundo que habitamos.

 

 

 

 

       Por Joaquín Paredes Solís

2014.

 

 

 

 

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Sobre el autor

Desde la AFEx queremos que la actividad filosófica llegue no solamente a alumnos y profesores, sino también a la sociedad en general. La Filosofía es el instrumento intelectual que sirve para analizar y valorar los hechos humanos y las conductas. La Filosofía, como expresión crítica de la conciencia de su época, tiene que ejercer, sin dejar la ironía y el humor, la función del 'tábano' socrático para espabilar, despertar y espolear a la sociedad.


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