José María y Fefi, dueños del bar Galeón, sirven café con buen humor. Discuten sobre a quien le salen mejor las migas o quien hará los aperitivos de mediodía. En la televisión mañanera dan consejos sobre como perder peso, colesterol y azúcar, como bajar la tensión y la tripa. Una gimnasta, una nueva Eva Nasarre, enseña movimientos de baile; subir y bajar, agacharse y volverse agachar. Pedro, un cliente habitual, olvida que no se puede fumar. «Es que voy mucho a Portugal», dice. El bar Galeón tiene mesas, sillas, alma y el glamour de tasca antigua de barrio donde el tiempo pasa lento. Todo el ritmo de la vida pasa por el galeón tamizado con la lentitud, la calma chicha, de los que no tenemos prisa. El bar Galeón es universidad de sabiduría popular, donde se aprende cuando se debe pagar una ronda, a quien tienes que invitar y cuándo y por quién puedes dejarte convidar. Todo el ritmo lento de la vida pasa por esta barra, mientras la vida también pasa. Y donde la poesía y la prosa que impregna todos sus rincones y que aún no esta escrita, espera para salir desde la pluma de una de sus mesas con el sabor melancólico de lo antiguo y la crudeza de lo actual.