Una mañana, en la cima del cerro gallego de Moaño, apareció una silla gigante. En Badajoz, cuando iba a trabajar, me encontré en el cerro del Viento una cruz enorme hecha con dos postes de la luz. Pensé que podía ser una escultura vanguardista de artistas extremeños, pero no. Señalaba el espacio reservado para desplegar la iglesia ahora comprimida en una cochera de la calle Alcántara. La nueva iglesia comparte linde con el centro de salud de Valdepasillas donde van a diario numerosos pensionistas. Todos sabemos de la buena relación entre jubilado y obra. Ahora, que hay pocas, están de enhorabuena con ésta. Los pensionistas se asoman por todos los rincones y ventanas del centro sanitario. Se escapan por las puertas de emergencias para mirar apoyados en la barandilla mientras esperan turno para la tensión y el azúcar. Cuando termine la obra, el cerro del Viento será un lugar mágico donde se podrá sanar, en un mismo espacio, cuerpo y alma. ¿Qué tendrán las obras que atraen tanto? Ken Folen, con una gran visión comercial, se forró escribiendo como se construía una catedral.