Fui a tomar una cerveza al casco antiguo. Me puse en el rincón de la barra de la cacharrería. No había muchos público para ser un día de feria.La actuación flamenca programada se había suspendido. Me fije en ellos porque me llamó la atención sus cara de amargado. Estaban solos. sentados en una mesa. No se dirigían la palabra, tampoco la mirada. Vestían con ropa de Cortefiel. Tenían aspectos de haber sido guapos, todavía lo eran.Les calcule unos cincuenta años, ella unos ojos grandes de color verde y un bonito pelo rubio. Él, abundante pelo negro que conservaba perfectamente, llevaba unas gafas que colgaban de una cadena roja. Él la miraba de soslayo con cara de asco cuando untaba el paté. Ella comía haciendo un gesto extraño, movía la boca con nerviosismo.Ella,le miró,le dijo algo. Él, ni se inmuto.No contestó y siguio mirando al frente. Serían un matrimonios de muchos años que habría salido a disfrutar de la feria,quizás él se llamase Juan o ella Juana. Seguían sin hablarse. Untaban paté de un plato común por turnos para no coincidir ni con el cuchillo ni con la mirada. Entonces aparecio ella. Tendría unos treinta años. Llevaba una camisa blanca con mucho escote, una pelo largo y ondulado, unos pantalones vaqueros ceñidos. A él, se le fue dibujando una sonrisa en la cara. Ella, seguía untando paté y comiendo con el movimiento raro de masticación más acentuado. Él. cada vez estaba más embelesado mirando a la muchacha, una sonrisa bobalicona se dibujaba en su cara. Al fin habló.Se puso las gafas,con gesto serio y sin mirar a la mujer. Dijo “me parece que esa la conozco de algo”. Ella ni le miró ni contestó, siguío untando antes de irse a los fuegos artificiales.

Ellos se fueron y yo me quede allí solo bebiendo cerveza en un rincón el día de San Juan.